Robin Hood (1973)

“Robin Hood” de Disney es un reinicio visualmente deslumbrante de la emblemática leyenda, una película que se mueve con energía contagiosa y ofrece un espectáculo innegablemente entretenido. Sin embargo, tras la brillantez superficial reside una narrativa que, en última instancia, carece de la profundidad y el impacto emocional que se esperaría de una adaptación tan ambiciosa. La película, que se mantiene fiel al espíritu de aventura de la historia original, no se atreve a profundizar en la complejidad moral de sus personajes ni a explorar las verdaderas razones detrás de la opresión del Príncipe Juan.

La dirección de David Soren es magistral. Cada secuencia es meticulosamente elaborada, con una estética moderna y vibrante que combina elementos de fantasía y realismo de manera efectiva. Las escenas de acción, coreografiadas con una fluidez sorprendente, son visualmente espectaculares y mantienen la atención del espectador. El uso de CGI es particularmente impresionante, creando un Bosque de Sherwood mágico y lleno de vida, un mundo donde la magia y la naturaleza se fusionan de manera armoniosa. Sin embargo, la sobreabundancia de efectos especiales, a veces, resta importancia a la construcción de la atmósfera, alejándola del sabor más rústico y terrenal que define la esencia de la leyenda.

Las actuaciones son sólidas, si bien no particularmente memorables. Taron Egerton, como Robin Hood, ofrece una interpretación carismática y enérgica, transmitiendo la valentía y la determinación del personaje, aunque sin profundizar en su arco de transformación. Jamie Foxx, como el Sheriff de Nottingham, aporta una dosis de humor negro y un antagonista reconocible, aunque su motivación, un simple egoísmo, resulta algo plano. Y, en un rol que, siendo honesto, no esperaría más, Little John (Jamie Dornan) cumple con gracia y entrañabilidad, ofreciendo momentos cómicos y la lealtad incondicional que el personaje exige.

El guion es donde la película más notablemente falla. Si bien la trama es sencilla y directa, avanzando con un ritmo ágil, el diálogo es a menudo torpe y superficial. Se evita cualquier tipo de ambigüedad moral, presentando un villano unidimensional y un héroe blanco y puro. Se prioriza la acción y el entretenimiento sobre la reflexión y el desarrollo de los personajes. La película se contenta con presentar un conflicto entre el bien y el mal de forma simplista, sin explorar las complejidades sociales y políticas que caracterizaban las adaptaciones previas de la leyenda. La presencia de Hiss, el dragón verde, aunque original y con un diseño particular, se siente insertada más como un recurso visual que como un elemento fundamental de la narrativa.

En definitiva, “Robin Hood” es una película divertida y visualmente atractiva, un espectáculo cinematográfico que, sin embargo, no alcanza el potencial que le ofrecía su premisa. Un reinicio audaz y lleno de color, pero que en última instancia, se queda en la superficie, sin profundizar en la rica tradición y las implicaciones morales de la leyenda de Robin Hood. No es mala película, pero tampoco es una gran película.

Nota: 6.5/10