Rock Dog: el poder de la música (2016)

“Rock Dog: El Poder de la Música” es, en primer lugar, una apuesta visualmente impactante. La dirección de los hermanos Ken and Stevan Riley logra crear un mundo de fantasía exuberante, impregnado de la cultura tibetana y la belleza agreste de la región. Los paisajes son sencillamente deslumbrantes, desde las montañas imponentes hasta los vibrantes mercados y los monasterios budistas, y se sienten como personajes en sí mismos, añadiendo una atmósfera mágica y profundamente arraigada. La película no solo te transporta a un lugar, sino que te sumerge en una experiencia sensorial completa, gracias a la fotografía y el diseño de producción, que, en conjunto, son elementos sobresalientes.

Sin embargo, la belleza visual no siempre se traduce en una historia sólida. El guion, aunque original en su premisa, peca de excesiva simplicidad y a veces incluso de torpeza. La trama, centrada en la búsqueda de Pa (el mastín), un perro que sueña con ser músico, y el encuentro con Rincing, un joven aspirante a cantante, carece de profundidad y, en ocasiones, se siente predecible. Los conflictos, aunque inicialmente interesantes –como la disputa entre Pa y Rincing por el amor de la joven cantante–, no se exploran con la suficiente ambigüedad, lo que resulta en resoluciones algo forzadas y un desarrollo de personajes, en general, superficial. La película se centra demasiado en la "magia" de la música y en la persecución del sueño de Pa, descuidando un análisis más profundo de las motivaciones y los desafíos emocionales de sus personajes.

La actuación de Jean-Claude Bichara como Pa es, sin duda, el punto fuerte de la película. La expresividad del perro es sorprendentemente convincente, y Bichara logra transmitir la determinación, la frustración y la alegría de Pa con una sutileza que supera con creces la barrera de la inanimación. Otros personajes, como el anciano maestro músico o la madre de Rincing, son menos desarrollados y sus interpretaciones, aunque correctas, no logran generar un gran impacto emocional. La banda sonora, como podría esperar la gente, es excepcional. La música, mezcla de estilos tradicionales tibetanos y rock occidental, es contagiosa y refleja la personalidad de cada personaje, potenciando las escenas de baile y espectáculo. No obstante, la integración de la música en la narrativa a veces se siente un poco artificiosa, más como un adorno que como un elemento orgánico de la historia.

En definitiva, “Rock Dog: El Poder de la Música” es una película que ofrece una experiencia visualmente cautivadora y una banda sonora vibrante. Aunque su guion es algo débil y sus personajes carecen de profundidad, logra transmitir un mensaje positivo sobre la perseverancia, la amistad y el poder de la música. Es un entretenimiento ligero y adecuado para toda la familia, pero no llega a ser un hito cinematográfico. Es una película con buenas intenciones, pero que podría haber aprovechado más su potencial.

Nota: 6/10