RocknRolla, la película de Guy Ritchie que estrenó en 2008, es un torbellino de personajes y situaciones, un frenético retrato del crimen y la ambición en el Londres contemporáneo. Ritchie, conocido por su estilo visualmente inconfundible y sus diálogos rápidos, entrega una comedia negra que, aunque no siempre perfecta, resulta sorprendentemente absorbente. La película no intenta ser un thriller criminal puro; más bien, se erige como un estudio de personajes moralmente ambiguos, atrapados en una red de mentiras y traiciones.
Jason Isaacs, en el papel de Donny Rumple, el antiguo mafioso ruso convertido en inversor inmobiliario, ofrece una actuación magistral. Isaacs logra transmitir la frialdad calculadora de un hombre que ha visto la corrupción a su alrededor y que ha aprendido a sobrevivir jugando el juego. Su Rumple no es un villano caricaturesco; es un individuo complejo, consumido por el miedo y la necesidad de proteger a su familia, y esta dualidad es lo que le da verdadera profundidad. De hecho, toda la película se construye a partir de esta ambivalencia moral, donde el bien y el mal se difuminan y no hay personajes completamente inocentes.
La dirección de Ritchie es, como siempre, impecable. El uso del montaje rápido, las tomas estilizadas y la banda sonora impactante crean una atmósfera palpable de tensión y peligro. El diseño de producción es otro punto fuerte, recreando con detalle los diferentes estratos sociales de Londres – desde los lujosos apartamentos de la alta sociedad hasta los callejones oscuros y los pubs de mala muerte. El contraste visual entre estos entornos es deliberado y efectivo, subrayando la dicotomía entre la riqueza y la miseria que define la trama.
Sin embargo, el guion, escrito por Ritchie y Matthew Wesley, tiene sus momentos de debilidad. Aunque la trama principal se mantiene en marcha con una energía incesante, algunas subtramas se sienten un poco apresuradas o incluso inverosímiles. La relación entre Johnny Quid (Lemarston Hudson), el músico estrella de la new wave que se ve envuelto en el caos, y su novia, se desarrolla de forma un tanto artificiosa y carente de la profundidad que merecía. Si bien la interpretación de Hudson es correcta, la historia de amor no es la fuerza impulsora de la narrativa. El personaje de Stella, la contable interpretada por Genevieve O’Reilly, sirve principalmente como catalizador de las acciones de los demás, y aunque O’Reilly realiza un trabajo sólido, su personaje se queda a menudo en segundo plano.
No obstante, la película compensa estas carencias con su ritmo frenético y su capacidad para captar la esencia del Londres moderno. Es una comedia negra inteligente que explora temas como la ambición, la lealtad, la familia y la corrupción. La película se aferra a un equilibrio inusual entre el humor negro y la violencia, creando un contraste que puede resultar desconcertante a veces, pero que también hace que la experiencia cinematográfica sea particularmente memorable. La escena final, en particular, es un ejercicio de brillantez y tensión, que deja al espectador reflexionando sobre el destino de cada uno de los personajes.
Nota: 7.5/10