Roger Waters: Us + Them (2019)

“Us + Them” de Roger Waters no es simplemente una película; es una inmersión profunda en el alma de un artista, un monumento al trauma, la culpa y la búsqueda de redención. Waters, tras décadas de silencio y controversia, nos entrega una obra de teatro monumental filmada, donde la banda sonora icónica de Pink Floyd se entrelaza inseparablemente con la narrativa personal y profundamente emotiva de sus recuerdos y experiencias. La película, en sí misma, es un evento cinematográfico de una relevancia innegable en el panorama actual.

La dirección de David Parkinson es impecable. No se trata de una simple puesta en escena musical, sino de un ejercicio de control narrativo y visual extraordinario. El uso del color es fundamental: la paleta fría y apagada de los años 70 contrastan con los tonos vibrantes y casi oníricos de los recuerdos, creando una tensión palpable y reflejando la lucha interna de Waters entre el pasado y el presente. El formato de una sola toma, con largos planos secuencia, es, a veces, abrumador, pero también increíblemente efectivo para transmitir la sensación de estar atrapado en los recuerdos del protagonista, presenciando su viaje sin interrupción. La película respeta la longitud del concierto, pero la integra de manera orgánica dentro de la narrativa, lo que eleva la experiencia a algo más que una mera repetición de un show. Se siente como si estuvieras siendo testigo de un proceso de curación en tiempo real.

El núcleo de la película reside, claro, en la actuación de Roger Waters. Su presencia es omnipresente, pero no es un espectáculo grandilocuente. Su vulnerabilidad, su dolor y su confrontación con el pasado son abiertamente expuestos. No se trata de un Waters heroico, sino de un hombre roto, en búsqueda de reconciliación. Su monólogo, salpicado de recuerdos concretos y cargados de simbolismo, es el corazón de la película. Las actuaciones de los coristas, que representan a las víctimas del conflicto palestino-israelí, son cruciales, aportando una dimensión moral y política a la historia. No se trata de una propaganda simplista, sino de una exploración matizada de la responsabilidad individual y colectiva.

El guion, escrito por Waters, es complejo y no para todos los públicos. Evita la simplificación y se adentra en territorios oscuros y dolorosos. La película no ofrece respuestas fáciles; más bien, plantea preguntas difíciles sobre el trauma, la memoria y la búsqueda de la verdad. Si bien algunos pueden considerar la duración excesiva, la lentitud deliberada y la falta de desarrollo de personajes secundarios, se entiende como una estrategia narrativa para sumergir al espectador en la experiencia de Waters. El uso del simbolismo, desde el perro a la figura de la madre, invita a múltiples interpretaciones. Es una película que exige una audiencia dispuesta a invertir tiempo y esfuerzo, pero que, a cambio, ofrece una experiencia cinematográfica profundamente resonante.

Nota: 8.5/10