Rojo atardecer (1959)

“Rojo Atardecer” (1957) no es solo una película de guerra, sino un retrato inquietante y sutil de la complejidad humana frente a la opresión. Dirigida por Terence Young, el film nos sumerge en el drama de un autobús detenido por las fuerzas soviéticas en pleno corazón de la Budapest comunista, en un momento de intensa tensión tras la invasión de Hungría en 1956. La película, lejos de ofrecer una glorificación del combate, se centra en las vidas individuales atrapadas en un torbellino político y militar, y en la fragilidad de la moralidad ante el poder.

La dirección de Young es magistral. No se limita a la acción bélica, que es escasa y utilizada con parsimonia. Su enfoque reside en la construcción de atmósferas, en el uso de la luz y el color para comunicar la desesperación y la inquietud. El icónico atardecer húngaro, una paleta de rojos y naranjas, se convierte en un símbolo omnipresente, tanto de la belleza estéril del país como de la muerte inminente. Young consigue, con gran habilidad, transmitir la sensación de claustrofobia, la amenaza constante y la desesperación silenciosa que permea el autobús, donde los pasajeros se convierten en un microcosmos de la sociedad húngara.

El reparto es excepcionalmente fuerte. Charlton Heston, en un papel que no le permite desplegar toda su habitual exuberancia, ofrece una interpretación contenida y efectiva como un hombre común, atrapado en circunstancias extraordinarias. Sin embargo, la verdadera joya de la película reside en la interpretación de Richard Todd, quien encarna al oficial soviético, Viktor. Todd no lo convierte en un villano caricaturesco, sino en un hombre conflictivo, dividido entre su deber y una creciente conciencia de la crueldad de su misión. Su personaje es moralmente ambiguo, lo que le confiere una profundidad y un realismo notables. La química entre Todd y Jean Simmons, que interpreta a la inglesa, es palpable y contribuye significativamente al drama del encuentro.

El guion, adaptado de una novela de Stanley Thorne, no es excesivamente complejo, pero es preciso y bien construido. Se centra en los diálogos sutiles, las miradas y las conversaciones que revelan las motivaciones y los miedos de los personajes. La tensión se construye gradualmente, no a través de explosiones o tiroteos, sino a través de la incertidumbre y el suspense. La película explora temas como la identidad nacional, la lealtad, el miedo a la persecución y la lucha por la libertad. No ofrece respuestas fáciles, sino que invita a la reflexión sobre la condición humana y las consecuencias de la ideología.

“Rojo Atardecer” es una película que, a pesar de su ambientación histórica, sigue siendo sorprendentemente relevante hoy en día. Su exploración de la moralidad en tiempos de conflicto y la importancia de la individualidad frente a la opresión son temas universales que resuenan con fuerza. Es un estudio conmovedor de un grupo de personas comunes que, repentinamente, se ven obligadas a enfrentarse a una situación inimaginable, y a la necesidad de tomar decisiones difíciles.

Nota: 8/10