Romanza en alta mar (1948)

“Romanza en alta mar” (1953) no es solo un melodrama de la época dorada de Hollywood, sino una intrigante reflexión sobre la desconfianza, el deseo y la complejidad de las relaciones humanas. Dirigida por Vincent Sherman, la película se sitúa en un contexto de glamour y secretismo, donde los negocios y las apariencias se entrelazan con las más oscuras sospechas. La historia, aunque predecible en su planteamiento general, logra mantener la tensión a través de una ejecución cuidada y un guion que, a pesar de sus convenciones, se permite momentos de genuino matiz.

El guion, adaptado de la obra teatral de Bartlett Knight, se centra en la dinámica del matrimonio de Frederick y Lucille, interpretados magistralmente por Wendell Corey y Doris Day. La tensión se construye de forma sutil, con miradas furtivas, conversaciones ambivalentes y la constante amenaza de la traición. No se trata de una historia de infidelidad explícita, sino de una exploración psicológica de los celos, la inseguridad y el miedo a perder el control. La decisión de Lucille de contratar a Doris Day como sustituta en sus vacaciones es un punto de inflexión que desencadena una serie de acontecimientos hilarantes y a la vez dramáticos. La idea es audaz y la película la ejecuta con ingenio, jugando con las expectativas del espectador y generando momentos cómicos genuinos, que contrastan con la melancolía subyacente.

La dirección de Sherman es elegante y precisa, creando una atmósfera visualmente atractiva. La película aprovecha al máximo la paleta de colores cálidos y la opulencia de los escenarios, reflejando el estilo de vida de la época. Los planos séptimos y las composiciones simétricas añaden una dimensión estética a la trama, acentuando el aura de misterio y sofisticación. Sin embargo, la película no se limita a la mera estética; emplea el espacio visual para expresar las emociones y la psicología de los personajes.

Las actuaciones son sobresalientes. Wendell Corey ofrece una interpretación creíble de un hombre consumido por la ambición y la sospecha. Su rostro refleja la angustia y la frustración de un hombre que lucha por mantener el control de su vida. Doris Day, en cambio, brilla con su encanto y su carisma natural. Su interpretación de Lucille es sutil pero poderosa, transmitiendo la vulnerabilidad y la necesidad de afecto de una mujer que anhela ser amada y comprendida. Jack Carson, como el detective contratado, añade un toque de humor y cinismo a la trama, aportando una perspectiva adicional sobre los oscuros secretos que se esconden tras la fachada de una vida aparentemente próspera. Carson, como siempre, es un alivio cómico y un actor secundario notable.

En definitiva, "Romanza en alta mar" es una película entretenida y bien construida, que ofrece un buen reflejo de la atmósfera y los códigos de la sociedad estadounidense de los años 50. A pesar de su temática recurrente, la película consigue mantener la atención del espectador gracias a sus personajes complejos, su guion inteligente y su atmósfera envolvente. Es un clásico del género, capaz de evocar nostalgia y, a la vez, generar debate sobre la naturaleza del amor y el matrimonio.

Nota: 7.5/10