“Rompiendo las olas” es, sin duda, una película que te golpea. No es un drama fácil, ni una melodía reconfortante. Es una película visceral, brutal y profundamente inquietante que se aferra a ti mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Lars Von Trier, con esta primera entrega de la aclamada “Corazón dorado”, establece un tono inmediato y perturbador que define el resto de la trilogía.
La película se centra en Bess, interpretada magistralmente por Kate Winslet. Winslet ofrece una actuación deslumbrante, retratando a una joven de pueblo que se siente abrumada por la irrupción de un amor aparentemente mundano pero, al mismo tiempo, radicalmente transformador. La ingenuidad inicial de Bess, su fe inquebrantable y su idealización de Jan (Stellan Skarsgård), se erosionan gradualmente, no por una trama complotista, sino por la implacable realidad que se cierne sobre su relación. La actuación de Skarsgård es sutil y contenida, no se entrega a la histrionismo, sino que transmite una quietud que resulta aún más amenazante.
Von Trier no rehúye del simbolismo, y la película está plagada de imágenes inquietantes y metáforas poderosas. La plataforma petrolífera, con sus operaciones insólitas y la constante presencia del agua, se convierte en un reflejo de la condición humana: un lugar de explotación, riesgo y, paradójicamente, de un deseo insaciable de trascendencia. El agua, omnipresente y omnipotente, actúa como un presagio constante, no solo de la tragedia inminente, sino también de la fragilidad de la existencia.
El guion, escrito en gran medida por Von Trier y Søren Kragh-Jacobsen, es notable por su economía narrativa. Se centra en los detalles íntimos de la relación entre Bess y Jan, en sus diálogos, en sus miradas, en la atmósfera opresiva que se respira en cada escena. No hay explicaciones fáciles, ni justificaciones. La película se basa en la sugerencia, en la ambigüedad, y en la capacidad de dejar que el espectador forme sus propias interpretaciones. El ritmo deliberadamente lento, junto con las largas tomas y la fotografía evocadora, contribuyen a crear una sensación de claustrofobia y desesperación.
Si bien la película es, innegablemente, inquietante, es también una reflexión sobre el amor, la fe, la clase social y las contradicciones de la sociedad escocesa de la época. “Rompiendo las olas” no ofrece respuestas fáciles, pero sí plantea preguntas profundas sobre la naturaleza humana y los límites del deseo. Es una obra maestra de la tensión, un estudio psicológico perturbador, y un inicio prometedor para una trilogía que expande la visión particular de Von Trier sobre la condición humana.
Nota: 8.5/10