Ruby Sparks (2012)

“Ruby Sparks” no es una película que te enamora a primera vista. Al principio, se siente casi como una broma pesada, un experimento narrativo que te exige paciencia y una apertura a la extraña premisa central: un escritor, Calvin (Paul Dano), decide crear a su personaje femenino ideal en un intento de llenar el vacío de su vida amorosa. Los hermanos O'Conner, Jonathan y Sean, al helm de esta historia, se advenzan a un territorio narrativo delicado, explorando la fantasía, la autoengaño y la búsqueda desesperada de la felicidad, todo ello con la familiar sensibilidad melancólica que los caracteriza.

La dirección de los O'Conner, aunque no sobresaliente en términos de innovación visual, es exquisita en su manejo del ritmo y la atmósfera. Capturan la sensación de desasosiego, la sensación de estar atrapado en un ciclo de frustración y la profunda soledad de Calvin. La película no se empeña en mostrar grandiosas escenas espectaculares, sino que se centra en los pequeños detalles, en la mirada perdida, en los gestos silenciosos que transmiten la angustia de su protagonista. A medida que Ruby (Zoe Kazan), el personaje que Calvin ha creado, toma forma física, la película se vuelve cada vez más inquietante, un inquietante reflejo de las expectativas y los deseos inconscientes de un hombre.

Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. Paul Dano ofrece una interpretación sutil pero poderosa como Calvin, transmitiendo a la perfección su frustración, su inseguridad y su creciente obsesión. Zoe Kazan, en el papel de Ruby, es simplemente brillante. Su interpretación es matizada y compleja, mostrando la evolución de un personaje que empieza como una creación idealizada pero que, a medida que se integra en la vida real de Calvin, comienza a mostrar defectos, a ser imperfecta y, finalmente, a ser humana. La química entre Dano y Kazan es palpable y fundamental para el éxito de la película.

El guion, coescrito por los hermanos O'Conner y Zoe Kazan, es inteligente y provocador. Aborda temas como la masculinidad tóxica, la idealización del amor romántico y la dificultad de construir relaciones auténticas. La película no ofrece soluciones fáciles ni finales felices, sino que se adentra en la ambigüedad moral, cuestionando el valor de perseguir una fantasía y mostrando las consecuencias de tratar de controlar la vida de otro. Se permite ser incómoda, a veces incluso frustrante, pero siempre con un toque de humor y de perspicacia. La película se siente como una disección honesta de la condición humana, una reflexión sobre la búsqueda de la felicidad y el miedo a la soledad. Aunque el ritmo puede ser lento para algunos, la profundidad temática y las actuaciones sobresalientes compensan con creces cualquier posible inconveniente.

Nota: 7/10