Rudderless (2014)

“Rudderless” es una película que te golpea como un maremoto silencioso, una historia de pérdida y desesperación que, paradójicamente, se construye sobre la aparente calma de un hombre varado en un yate. Dirigida por Mark Steven Johnson, la película no intenta ofrecer soluciones fáciles ni un melodrama grandilocuente; en cambio, se centra en la experiencia visceral de Sam Manning, interpretado con una actuación increíblemente conmovedora por Alec Baldwin. La película se centra casi por completo en el proceso interno de Sam, su lento proceso de hundimiento en la autodestrucción tras la trágica muerte de su hijo, Josh.

Johnson maneja el ritmo con una sutileza inquietante. La película evita caer en clichés del melodrama y se basa en la observación psicológica y en la fotografía, que crea una atmósfera de aislamiento y soledad. El barco, el yate "Rudderless", se convierte en un personaje más, un espacio claustrofóbico donde Sam intenta, sin éxito, ahogar sus dolor y culpa. La dirección es notablemente efectiva en el uso de planos amplios, que enfatizan la inmensidad del océano y la insignificancia de Sam frente a su tragedia, y en los primeros planos que capturan la profunda desolación en los ojos de Baldwin. La cinematografía de Robert Nelson Fisher es esencial para la atmósfera contemplativa que envuelve la historia.

La fortaleza de "Rudderless" reside, sin duda, en la interpretación de Alec Baldwin. Su Sam Manning no es un héroe trágico; es un hombre roto, consumido por la culpa y el dolor. Baldwin transmite una fragilidad palpable, una vulnerabilidad que va más allá de la simple tristeza. Su actuación es sutil, basada en la mirada, en los gestos, en la forma en que lleva su cuerpo. La relación entre Sam y su hijo Josh, retratada a través de flashbacks, es el corazón de la película y la actuación de Ethan Cutkosky como Josh es igualmente sólida, dotando al joven actor de una autenticidad que eleva el nivel de la historia. La película no intenta mostrar una relación perfecta, sino un vínculo real, con sus altibajos, que hace que la pérdida sea aún más devastadora.

El guion, adaptado de la obra de teatro de David Lindsay-Abaire, es inteligente y evita simplificaciones. Aunque la trama principal es relativamente sencilla, explora temas complejos como el duelo, la responsabilidad, el perdón y la búsqueda de sentido tras la pérdida. No hay momentos de gran acción o diálogos grandilocuentes; la película se centra en la exploración de las emociones y las consecuencias del trauma. Sin embargo, la lentitud del ritmo puede resultar un obstáculo para algunos espectadores, ya que requiere paciencia y una disposición a sumergirse en la experiencia interna del protagonista. El final, aunque melancólico, es honesto y evita cualquier resolución fácil. La película no ofrece respuestas, solo la comprensión de que el dolor persiste, pero también puede abrirse a la posibilidad de la redención.

Nota: 6.5/10