Sabrina (1954)

“Sabrina” de Frank Capra, estrenada en 1954, es mucho más que una comedia romántica de la época. Es una deliciosa y sutil reflexión sobre las convenciones sociales, las expectativas familiares y, sobre todo, el despertar de la independencia femenina. Si bien la película puede parecer a primera vista un simple entretenimiento ligero, su inteligente guion y la impecable dirección de Capra la elevan a un nivel superior, convirtiéndola en una joya cinematográfica que sigue sorprendiendo décadas después.

La película se centra en Sabrina Spellman, interpretada con una naturalidad y gracia innegables por Audrey Hepburn. Hepburn ofrece una actuación que va más allá de la apariencia; Sabrina no es solo una belleza que se transforma, sino una joven con una genuina falta de comprensión de las reglas y la jerarquía social. Su inocencia, que se manifiesta en su torpeza y en su incapacidad para discernir las intenciones de los hombres, contrasta de forma efectiva con la superficialidad y el cinismo de los Larrabee. Hepburn maneja con maestría el delicado equilibrio entre vulnerabilidad y coquetería, logrando que el público se identifique con su lucha por encontrar su propio camino.

Frank Capra demuestra, una vez más, su habilidad para tejer historias con personajes complejos y un trasfondo moral. La familia Larrabee, con sus hermanos David y Linus, personifican la rigidez y el clasismo de la alta sociedad americana. La película no los juzga abiertamente, sino que los presenta como individuos atrapados en sus propias limitaciones. El personaje de Linus, interpretado por Humphrey Bogart, es particularmente interesante; su frialdad y su resistencia al amor son inicialmente percibidos como negativos, pero a medida que la historia avanza, se revela su dolor y su miedo a ser herido. Bogart ofrece una actuación sutil y contundente, demostrando que el magnetismo puede residir en la tristeza.

El guion, adaptado de la obra teatral de Jo Swerling, es notablemente inteligente. La trama se desarrolla a un ritmo impecable, alternando momentos de comedia ligera con escenas de genuino drama y romance. La dirección de Capra es magistral: la filmación en París es espectacular, utilizando la ciudad como un telón de fondo vibrante y romántico. La banda sonora, aunque simple, contribuye significativamente al ambiente general de la película. La película explora la idea de la reinvención personal, no solo a través de la apariencia exterior, sino también a través de la adquisición de confianza y autonomía. Sabrina se transforma no solo como una joven glamurosa, sino como una mujer que descubre su propia voz y su propio valor.

En definitiva, “Sabrina” es una película que trasciende su género, ofreciendo una mirada perspicaz sobre las relaciones humanas y la búsqueda de la identidad. Es una película visualmente atractiva, con actuaciones memorables y un guion inteligente que continúa siendo relevante hoy en día. Es una obra maestra de la comedia romántica que merece ser vista y apreciada por generaciones.

Nota: 8.5/10