Sabrina (y sus amores) (1995)

“Sabrina (y sus amores)” (1995) es un clásico del cine romántico de los 90, una película que se mantiene sorprendentemente fresca gracias a su espíritu ligero, sus diálogos ingeniosos y la química palpante entre Julia Ormond y Harrison Ford. La película, dirigida con maestría por Barry Levinson, logra encapsular la esencia de una comedia romántica moderna, aunque con reminiscencias claras de las películas de la época de Hollywood dorado. No es una obra maestra trascendental, pero sí un entretenimiento agradable y bien ejecutado, que, sorprendentemente, sigue teniendo cierta resonancia.

La película se centra en la improbable conquista de David Larrabee (Ford) por parte de Sabrina, una joven con un pasado misterioso y un encanto magnético. Ford, en un papel que le sienta como la guinda del pastel, ofrece una actuación encantadora y sutilmente divertida. Domina el arte de la comedía física y verbal, sin caer en la exageración, y logrando transmitir la vulnerabilidad de un hombre atrapado en una tradición familiar que le obliga a casarse. Ormond, por su parte, realiza un trabajo excelente, desarrollando a Sabrina como una personaje complejo y con una gran profundidad emocional. Su evolución, desde una joven tímida y observadora hasta una mujer segura de sí misma y decidida, es uno de los puntos fuertes de la película. La química entre ambos actores es genuina y contagiosa, propiciando momentos de gran disfrute para el espectador.

El guion, escrito por Neil Abbott y David Rintala, se basa en la historia original de Gregory La Touche. Si bien la trama es predecible, la película se beneficia de un ritmo ágil y diálogos agudos. La ambientación en París añade un toque de glamour y sofisticación, contrastando con la opulencia de la familia Larrabee. La película aborda temas como la ambición, la tradición familiar y la búsqueda de la identidad, pero lo hace de una manera ligera y optimista. La presencia del hermano mayor, Linus (Martin Short), añade un elemento cómico muy efectivo, aunque su papel a veces parece un poco caricaturesco.

Barry Levinson demuestra su habilidad para crear atmósferas visuales atractivas, y las escenas en París son particularmente memorables. La película también destaca por su banda sonora, con temas pegadizos que complementan a la perfección la historia de amor. Aunque la trama principal es sencilla, la película logra mantener el interés del espectador gracias a su ritmo dinámico, sus personajes entrañables y su atmósfera de romance y misterio. “Sabrina (y sus amores)” es una película que se disfruta con la mente relajada, ideal para una noche de cine en familia. No es una película que dejará una huella imborrable en la historia del cine, pero sí un clásico del género romántico, digno de ser recordado y revisitado.

Nota: 7/10