“Dos Mujeres” es una película que se instala lentamente en la piel, como una melodía melancólica que te recuerda algo que creías haber olvidado. No es un melodrama explosivo, ni una comedia ligera, sino una introspección cuidada sobre la memoria, el dolor y la búsqueda de conexiones perdidas. La dirección de Claire Denis es, como siempre, sutil pero poderosa, sabiendo que el silencio y la contemplación son a menudo más expresivos que un diálogo elaborado.
La película se centra en Claire (la magistral Yolande Moreau), una comadrona que vive en la costa francesa, alejada del bullicio de la vida moderna. Moreau ofrece una actuación de una intensidad contenida, transmitiendo a través de sus ojos y gestos una profunda tristeza, una soledad persistente que se revela poco a poco. La actriz maneja con maestría la fisura entre la aparente serenidad de su oficio y la herida invisible que la define. No buscamos grandes dramas faciales; la fuerza de su interpretación reside en su mirada, en la forma en que sus manos, hábiles y cuidadosas, manipulan el cuerpo de una mujer en el proceso de parto. Su silencio es eloquiente.
El encuentro con Béatrice (Laetitia Dosier), la ex mujer de su padre, es el catalizador de la película. Este encuentro, en sí mismo, está cargado de tensión y una extraña familiaridad. Dos mujeres que no se han visto en treinta años, un pasado oculto y un vínculo innegable. Dosier, con su actitud despreocupada y su estilo escéptico, contrasta con la seriedad de Moreau, creando un interesante equilibrio. La relación entre ambas se construye con una naturalidad sorprendente, evitando los clichés y las explicaciones fáciles. El diálogo es esencialmente minimalista, pero a la vez, revela capas de significado. El guion, de Denis, es un verdadero triunfo. Se deleita con la ambigüedad, dejando al espectador con preguntas sin respuesta y la sensación de que la verdad está en el entrecruzamiento de las emociones y recuerdos. La película se centra en el "cómo" de la experiencia, no en el "qué", lo que le da una profundidad particular.
La fotografía, de Sven Nykvist, es, como era de esperar, impecable. Los tonos pastel, la luz natural y los planos largos crean una atmósfera onírica y melancólica que envuelve la historia. Hay una belleza desoladora en la forma en que se filma la costa, en la forma en que se captura la luz del sol sobre el agua. El uso del sonido es igualmente efectivo, con una banda sonora discreta que complementa la imagen sin distraer. "Dos Mujeres" no ofrece soluciones fáciles, ni pretende consolar. Es una película que invita a la reflexión y a la contemplación, una experiencia cinematográfica que permanece contigo mucho después de que los créditos finales hayan rodado.
Nota: 8/10