Saint Maud (2020)

“Saint Maud” es un debut cinematográfico que, más allá de su premisa inquietante y su estética gótica, se erige como una experiencia profundamente perturbadora y visualmente impactante. Mohamad Samer Rahbani se aventura en un territorio oscuro y complejo, explorando la fragilidad de la fe, la obsesión y la lucha por el control, con una ambición que se demuestra a plenamente en cada fotograma. La película, ambientada en el aislado entorno rural de Inglaterra, no busca proporcionar respuestas fáciles, sino, en cambio, generar preguntas incómodas que resonarán mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

La interpretación de Anna Popplewell como Maud es, sencillamente, magistral. Ella no solo encarna la devoción y la vulnerabilidad de una joven religiosa, sino que también logra transmitir la creciente paranoia y la desintegración mental de su personaje con una sutileza escalofriante. La mirada de Popplewell, a menudo ausente o vacía, es lo que realmente define al personaje. No es una actuación grandilocuente, sino una representación sutil, pero increíblemente efectiva, de un espíritu que se consume por la fe y que se adentra en la locura. Al contigüo Rowan Atkinson, que interpreta al Dr. Robert, le toca el papel de un alivio, aunque incluso su personaje se encuentra envuelto en la oscuridad de la situación. Su actuación, aunque comedida, sirve para resaltar la atmósfera opresiva y la dificultad de conectar con la verdad.

El guion, coescrito por Rahbani y James Walker, se sostiene sobre una base de suspense psicológico. No hay monstruos o escenas de horror explícitas, pero la amenaza reside en la mente de Maud y en su creciente convencimiento de que está actuando bajo la voluntad divina. La película se construye con una lentitud deliberada, permitiendo que el espectador se sumerja en la angustia de Maud y se sienta cada vez más incómodo. La dirección, en consonancia con el guion, se centra en la intimidad del personaje principal, utilizando primeros planos y ángulos de cámara inusuales para crear una sensación de claustrofobia y aislamiento. La fotografía, a cargo de Jasper Wolf, es exquisita, empleando una paleta de colores fríos y apagados que acentúan el ambiente sombrío y la atmósfera de decadencia.

Sin embargo, "Saint Maud" no está exenta de fallos. A veces, el ritmo deliberado puede sentirse excesivo y la película podría haber beneficiado de un desarrollo más rápido de algunos de los elementos más intrigantes de la trama. La resolución, aunque impactante, resulta un tanto abrupta y podría haber sido desarrollada con mayor profundidad. No obstante, estas pequeñas imperfecciones no empañan la impresión general de una película inquietante, original y que desafía al espectador a cuestionar sus propias creencias y la naturaleza de la realidad. Es un debut prometedor que consolida a Mohamad Samer Rahbani como un director a tener en cuenta. Es una experiencia cinematográfica que se queda grabada en la memoria.

Nota: 8/10