“Salomón y la Reina de Saba” es un fresco cinematográfico que se atreve a reinterpretar una historia milenaria, la de David y Salomón, no con una visión épica y grandilocuente, sino con un enfoque más íntimo y psicológico. La película, dirigida con cuidado por Guy Nattiv, no busca recrear un relato biblico en su totalidad, sino analizar las dinámicas familiares y los conflictos internos que subyacen a la historia del realeza y el poder. Nattiv logra evadir las trampas del melodrama excesivo, optando por un tratamiento más sutil y reflexivo, lo que resulta en una experiencia visualmente rica y emocionalmente resonante.
La dirección de Nattiv es notable en su atención al detalle y en la creación de una atmósfera de tensión palpable. La película no se apoya en efectos especiales grandiosos, sino que confía en la luz, el color y la composición de los planos para transmitir el peso de la historia y el ambiente de la época. La paleta de colores cálidos, predominando los tonos dorados y ocres, evoca la majestuosidad del reino de Israel, pero también el aislamiento y la melancolía de los personajes. La música, compuesta por Chloe Ziebell, complementa a la perfección la narrativa, con melodías evocadoras que intensifican las emociones y subrayan los momentos cruciales.
Las actuaciones son sobresalientes en todos los niveles. Jeff Bridges, como el rey David, entrega una interpretación magistral, logrando transmitir la complejidad de un hombre envejecido, con un pasado lleno de errores y un deseo desesperado de dejar un legado a su hijo. Su mirada transmite tanto sabiduría como la frustración de un hombre que ve su imperio tambaleándose. Goran Visnjic, como Salomón, ofrece una interpretación matizada, mostrando el conflicto interno de un joven príncipe que lucha por equilibrar las expectativas de su padre con sus propios deseos. Pero es Michelle Williams, interpretando a la Reina de Saba, quien realmente se lleva la película. Williams crea una figura de poder y seducción, pero también de vulnerabilidad y dolor, dotando al personaje de una profundidad emocional innegable. Sus interacciones con Bridges y Visnjic son el núcleo emocional de la película, un baile sutil de ambición, deseo y lealtad.
El guion, adaptado de la novela homónima de Walter Keats, se centra en los celos y las maquinaciones políticas que amenazan la estabilidad del reino. La historia no glorifica la figura de David ni de Salomón, sino que explora las consecuencias de la ambición, el poder y la traición. Si bien algunos momentos podrían considerarse algo lentos, el guion se beneficia de un ritmo deliberado que permite desarrollar la profundidad de los personajes y la complejidad de las relaciones. La película no rehúye de explorar las sombras de la moralidad de los personajes, mostrando que incluso las figuras heroicas de la Biblia pueden ser susceptibles a la manipulación y a la maldad. La trama se mantiene interesante hasta el final, sorprendiendo con algunas decisiones que cuestionan las interpretaciones tradicionales de la historia.
En definitiva, "Salomón y la Reina de Saba" es una película que requiere paciencia y atención, pero que recompensa al espectador con una exploración rica y reflexiva de una historia clásica. No es una película para todo el mundo, pero para aquellos que buscan un drama histórico con personajes complejos y una narrativa inteligente, es una experiencia cinematográfica muy recomendable.
Nota: 8/10