Salón de belleza (2005)

“Salón de belleza” (Beauty Shop) es una comedia que, a primera vista, podría parecer una simple fórmula de “ella empieza su propio negocio” con la típica excéntrica matriarca y la aspiración a la independencia. Sin embargo, la película, dirigida con una naturalidad sorprendente por Don Peterman, logra trascender esa expectativa, ofreciendo un retrato conmovedor y, a menudo, hilarante de la comunidad negra de Atlanta y de la importancia de la conexión humana. La película no se centra tanto en el éxito empresarial, sino en el reencuentro con la historia y la identidad.

Queen Latifah brilla con una intensidad y una vulnerabilidad que le son propias. Su interpretación de Gina es magistral, equilibrando el espíritu emprendedor con la fragilidad de una mujer que anhela pertenecer y ser aceptada. Su Gina no es solo una peluquera ambiciosa; es una mujer con una historia, con heridas emocionales que intenta sanar a través del trabajo y la conexión con sus vecinos. La química entre Latifah y Kevin Bacon es notable, y Bacon, a pesar de interpretar a un personaje a veces caricaturesco, aporta un toque de humor y humanidad que complementa a la perfección a Latifah. Su antagonismo no es simplemente rivalidad profesional, sino un reflejo de diferencias culturales y de expectativas impuestas.

El guion, coescrito por Don Peterman y el propio Queen Latifah, se distingue por su autenticidad. No hay grandilocuencia ni diálogos forzados. La película se nutre de las conversaciones cotidianas, de los chismes, de las confidencias y de los consejos que se intercambian entre las mujeres del barrio. Estas dinámicas son el corazón de la película y donde reside su mayor fortaleza. Se presta especial atención a la representación de la comunidad negra, no como un grupo homogéneo, sino como un microcosmos de identidades, tradiciones y experiencias. La película celebra la fuerza, la resiliencia y la sabiduría femenina, y explora temas como la maternidad, la autoestima y el papel de la mujer en la sociedad. La dirección de Peterman es deliberadamente desapegada, permitiendo que las actuaciones y el guion brillen con mayor intensidad. Se evita la sobre-exposición, confiando en la sutileza y la observación para construir las escenas y dar vida a los personajes.

La película, aunque a veces predecible en su estructura, posee una frescura y una honestidad que la convierten en una experiencia gratificante. Se trata de una comedia que hace reír, pero también invita a la reflexión. “Salón de belleza” es un recordatorio de que el verdadero éxito no se mide en ganancias, sino en las relaciones que construimos y en el impacto que tenemos en la vida de los demás. No es una película que cambia el mundo, pero sí que te hace sentir bien después de verla.

Nota: 7/10