Salsa rosa (1992)

“Salsa rosa” es una comedia romántica que, a pesar de sus ambiciones de ser un golpe de ritmo y un análisis profundo de las aspiraciones femeninas, se queda en una divertida, pero predecible, reflexión sobre las expectativas sociales y el deseo. La película, dirigida con una cierta elegancia por Fernando Trueba, ofrece un escenario visualmente atractivo, aunque no especialmente memorable, que evoca la cosmopolitana Barcelona. Los colores vibrantes y la fotografía cuidada transmiten la energía de la ciudad, pero no logran elevar la trama por encima de lo convencional.

El guion, escrito por Fernando Trueba y Juan Antonio Ortíz, se basa en un concepto central interesante: la rivalidad entre dos mujeres, Ana y Carmen, ambas con aspiraciones y frustraciones ocultas. Sin embargo, la ejecución no siempre cumple con las expectativas. Las situaciones cómicas, aunque en su mayoría efectivas, a veces se sienten forzadas y carentes de originalidad. Se recurre a estereotipos femeninos -la escritora soñadora y la femme fatale- sin profundizar en la complejidad de sus personajes. El ritmo, en ocasiones, se siente un poco irregular, con momentos de tensión dramática intercalados con diálogos que podrían haber sido más ingeniosos. Es cierto que la película pretende satirizar las obsesiones femeninas con el éxito y el amor, pero lo hace desde una perspectiva algo superficial.

Las actuaciones son sólidas, sin ser excepcionales. Maribel Verdú, como Ana, aporta una autenticidad que compensa algunas deficiencias del personaje. Su interpretación transmite la frustración y la ambición de una mujer que se siente atrapada en una vida que no le satisface. Asimismo, Pastora Vega, en el papel de Carmen, ofrece una presencia magnética, interpretando a una mujer segura de sí misma y dispuesta a lo que sea para conseguir lo que desea. Sin embargo, la química entre las dos actrices no siempre logra encender la pantalla de manera convincente. La relación entre Ana y Carmen, lo que debería ser el corazón de la película, no se desarrolla con la intensidad que podría haber tenido.

La dirección de Trueba, como suele ser habitual en su filmografía, se caracteriza por un control preciso de los espacios y una atención al detalle en la recreación de la Barcelona de los años 90. La película se beneficia de la ambientación, que contribuye a crear una atmósfera de optimismo y vitalidad. No obstante, la narrativa se siente un tanto rígida y, en algunos momentos, se pierde el hilo conductor, con subtramas que no se exploran en profundidad. Aunque la película tiene momentos de humor agridulce, y explora temas como la envidia, la autoestima y la búsqueda de la felicidad, finalmente no consigue dejar una impresión duradera. Es un entretenimiento ligero, pero carente de la complejidad emocional que podría haberle dado una mayor resonancia.

Nota: 6/10