“Saltburn” es una película que, desde el primer momento, te atrapa y te inyecta una profunda incomodidad, una sensación de estar observando una escena grotesca pero, paradójicamente, fascinante. La dirección de режиссера Emerald Fennell es, sin duda, el pilar sobre el que se sustenta esta obra audaz y provocadora. Fennell no busca complacer ni entretener con el sentido tradicional; explora la vacuidad del poder, la obsesión por el estatus social y la decadencia moral con una precisión quirúrgica, utilizando una estética visual impactante y una paleta de colores que oscila entre el lujo opulento y la suciedad. La fotografía de Linus Sandgren es exquisita, creando atmósferas que van desde el brillo deslumbrante de los eventos sociales hasta la oscuridad claustrofóbica de las habitaciones de Saltburn, intensificando el ambiente de intriga y peligro.
El guion, adaptado de la novela homónima de Jane Eagland, se basa en una premisa sencilla pero cargada de implicaciones. La relación entre Oliver y Felix Catton es la clave de la narrativa, y el desarrollo de esa dinámica es magistral. Barry Keoghan ofrece una actuación absolutamente transformadora, mostrando una vulnerabilidad inquietante bajo una máscara de timidez y servidumbre. Keoghan logra transmitir la complejidad de Oliver, su anhelo de pertenencia y su creciente desensencillez ante la riqueza y el privilegio. Jacob Elordi, como Felix, complementa a la perfección a Keoghan, mostrando una frialdad calculada y una indiferencia que resultan profundamente perturbadoras. Sin embargo, el elenco secundario, encabezado por Rosamund Pike, aporta matices adicionales a la trama, aunque sus personajes a veces carecen de la profundidad de los protagonistas.
La película no rehuye el uso explícito de imágenes provocadoras, un elemento que, lejos de ser un mero recurso estilístico, funciona como un comentario sobre la hipocresía y la superficialidad de la alta sociedad. La música, cuidadosamente seleccionada, contribuye a la atmósfera opresiva y contribuye a la sensación de que los personajes se mueven en un mundo donde las reglas son diferentes y la moral es maleable. Aunque la película puede resultar excesivamente gráfica y a veces gratuita, la narrativa central y las actuaciones sobresalientes logran mantener el interés del espectador. "Saltburn" no es una película fácil de ver, pero es una obra que invita a la reflexión, a cuestionar nuestros valores y a confrontar la oscuridad que puede esconderse detrás de las apariencias.
La película, en su esencia, es una disección del deseo, la envidia y la búsqueda de identidad en un contexto de marcada desigualdad. Fennell no ofrece respuestas fáciles, sino que se limita a presentar una situación disfuncional y a mostrar las consecuencias de las acciones de sus personajes. Aunque puede resultar un poco prolongada, “Saltburn” es una experiencia cinematográfica que queda grabado en la memoria por su audacia, su atmósfera inquietante y su poderosa reflexión sobre la naturaleza humana.
Nota: 8/10