San Andrés (2015)

“San Andrés” es una película que irrumpe en el cine con una fuerza tectónica similar a la que amenaza con desplomarse sobre California. Directamente, la película no busca entretener con efectos especiales grandilocuentes, sino que utiliza la inminente catástrofe como catalizador para explorar las relaciones humanas en su estado más vulnerable y desestructurado. La historia, a pesar de su premisa inicial de apocalipsis, se centra en la urgencia y la desesperación de Ray, un piloto de helicóptero atormentado por su pasado, y Emma, su ex esposa, quienes se ven obligados a enfrentarse no solo al terremoto, sino también a sus propias heridas emocionales para intentar salvar a su hija, Blake.

La dirección de Robert Zemeckis, después de su incursión en la animación, vuelve al cine realista y se muestra firme en su propósito: construir una sensación palpable de claustrofobia y amenaza. La película no se detiene en explicaciones científicas exhaustivas, sino que se enfoca en la experiencia visceral del personaje y en la atmósfera opresiva que se genera a medida que avanza el viaje hacia el norte. La planificación de las secuencias de terremoto, a pesar de la utilización de la captura de movimiento, consigue transmitir una sensación de inminente destrucción y caos que es notablemente eficaz. No se trata de un espectáculo visual, sino de una representación brutal de la vulnerabilidad humana ante la naturaleza.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Leonardo DiCaprio ofrece una interpretación cautivadora de Ray, un hombre marcado por el dolor y la culpa, que lucha contra sus demonios internos mientras intenta realizar una misión casi imposible. Kerry Washington aporta una solidez emocional a Emma, creando una dinámica de ex parejas que evoca tanto la frustración como la esperanza. La interpretación de Sadie Sink como Blake, la hija, es especialmente conmovedora, pues transmite la inocencia y la fragilidad de una generación que se enfrenta a un mundo en ruinas. La química entre los tres actores es fundamental para el éxito de la película, pues se construye una relación de dependencia y desconfianza que es tanto creíble como efectiva.

El guion, adaptado de la novela de Antoni Corni, es sólido y, aunque previsible en algunos momentos, logra mantener el interés del espectador gracias a su enfoque en los dilemas morales y emocionales de los personajes. La película no se aferra a clichés del género apocalíptico, sino que explora temas como el perdón, la responsabilidad y el valor del vínculo familiar. Sin embargo, a pesar de su buen desarrollo, la historia podría haber beneficiado de un ritmo más ágil y de una mayor profundidad en algunos de los personajes secundarios. Algunas decisiones narrativas, particularmente en el clímax, resultan algo apresuradas, perdiendo así cierta fuerza dramática.

Nota: 7/10