San Francisco (1936)

“San Francisco” (1972) es una película que se queda grabada, no tanto por su narrativa intrincada, sino por la atmósfera opresiva y la palpable sensación de inminente catástrofe que permea cada fotograma. La dirección de Dan Curtis, aunque a veces torpe y con un toque de melodrama pulido, logra crear un ambiente de angustia constante, amplificado por la fotografía en blanco y negro que evoca la bruma perpetua de la ciudad y la decadencia moral que la envuelve. El uso de la luz y la sombra es magistral, sugiriendo secretos y miserias que acechan bajo la superficie del glamuroso San Francisco de principios del siglo XX.

El núcleo de la película gira en torno a Mary Blake, interpretada con una vulnerabilidad magnética por Loosey Lane. Su personaje, una cantante de ópera en declive, representa la fragilidad y la desesperación, buscando refugio en las promesas – y las posibles trampas – de Blackie Norton (Frank Sinatra). Sinatra, en un papel que explota su capacidad para el encanto melancólico y la melancólica tristeza, ofrece una interpretación contenida, pero efectiva. La química entre Lane y Sinatra es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película, no tanto por el romance, sino por la tensión subyacente y la inquietud que irradian mutuamente. Sin embargo, la relación, aunque creíble dentro del contexto de la época y de la búsqueda de la supervivencia, a veces se siente un poco estirada y simplificada.

El guion, adaptado de la novela de Maxwell Gilbert, es el aspecto más débil de la película. Aunque captura la esencia de la época y el clima social de San Francisco, se centra demasiado en el melodrama y en la resolución del conflicto entre Mary y Blackie, descuidando un poco el desarrollo de otros personajes secundarios, como el padre Mullin (John Larkin), el sacerdote atormentado que intenta frenar la relación de los protagonistas. Su interpretación es convincente, transmitiendo una profunda angustia y un sentimiento de impotencia frente a la inevitable tragedia. El ritmo de la película, lento y deliberado, contribuye a la sensación de pesadez, pero también puede resultar monótono para algunos espectadores. La película no intenta ser un thriller explosivo; su fuerza reside en la creación de un ambiente psicológico y en la anticipación del desastre inminente.

La película, en definitiva, es una evocación melancólica y, en última instancia, trágica de un San Francisco al borde del colapso. La destrucción del terremoto, aunque escenificada con cierto artificio, es un clímax inevitable que justifica la historia de los personajes. "San Francisco" no es una obra maestra del cine, pero es una película con una atmósfera única, interpretaciones sólidas y un mensaje sobre la fragilidad de la vida y la inevitabilidad del destino. Es, sobre todo, una experiencia cinematográfica que te deja con una sensación de tristeza y una profunda reflexión sobre el pasado.

Nota: 6/10