Sangre, balas y gasolina (1998)

“Sangre, balas y gasolina” (Payback in Blood, 1988) es una película que se aferra a un equilibrio precario entre el humor negro, la acción descarada y el melodrama, un ejercicio de estilo que, aunque no llega a la perfección, resulta sorprendentemente efectivo y, en cierto modo, refrescante. La película no pretende ser un estudio de personajes profundo; su principal objetivo es la pura y dura adrenalina, y en este aspecto cumple con creces. Joe Carnahan, como guionista, logra crear una trama vertiginosa, donde cada giro inesperado se presenta con una intensidad que invita a la suspensión de la incredulidad, no por virtuosismo narrativo, sino por la simple conveniencia de sus premisas.

La dirección de Mike Maas, con su sello distintivo de acción frenética, es la clave del éxito de la película. Cada secuencia de persecución y tiroteo está meticulosamente coreografiada, utilizando tomas audaces y un ritmo implacable que mantiene al espectador en vilo. Sin embargo, es importante notar que la acción a veces se ve abrumadora, llegando a sentirse casi como un espectáculo visual sin una profundidad emocional real. La banda sonora, omnipresente y con un toque de rockabilly, acentúa esa sensación de caos controlado, contribuyendo a la atmósfera general de la película.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Dan Leis y Ken Rudulph, como los socios Sid y Bob, ofrecen una química natural y divertida, su torpeza y desesperación son contagiosas. La presencia de figuras de culto como Joe Carnahan (en un papel secundario, pero significativo) y, especialmente, Walter Hill, el maestro de la acción cinematográfica, le aportan un aire de credibilidad a la trama, aunque su participación es breve. La interpretación de William Atherton como Mr. Reich es notablemente amenazante, logrando evocar una sensación de repulsión a través de su personaje frío y calculador. El villano es un buen ejemplo del uso de la amenaza como herramienta narrativa, más que la demostración de fuerza bruta.

No obstante, el guion, si bien dinámico, exhibe algunas debilidades. Los diálogos, a menudo exagerados y grandilocuentes, a veces se sienten artificiales. Algunos personajes secundarios carecen de desarrollo y se limitan a servir como obstáculos en el camino de los protagonistas. Aunque la película se presenta como una comedia de acción, el elemento dramático, aunque presente, queda un tanto eclipsado por la búsqueda del impacto visual. La película no explora las motivaciones profundas de los personajes, sino que se centra en la acción inmediata y la resolución de la trama. En resumen, "Sangre, balas y gasolina" es un entretenimiento directo y estimulante, un clásico del cine de acción de los 80 que recuerda a películas como "Los manes de la muerte", pero con una estética y un tono un tanto diferentes. Es una película que sabe lo que quiere ser: un espectáculo explosivo y, en ese sentido, cumple su cometido con gran éxito.

Nota: 7/10