“Sangre en la boca” es una película que, en lugar de ofrecer una narrativa sencilla, despliega un drama visceral y desolador sobre la decadencia, la obsesión y la búsqueda desesperada de juventud. La dirección de Marcos Martín se caracteriza por una fotografía sombría y una atmósfera opresiva, que se refleja en la propia película. Las escenas de boxeo no son un mero añadido espectacular; están meticulosamente coreografiadas y se utilizan para subrayar la angustia y el desgaste físico y emocional de Ramón, interpretado con una intensidad brutal por Javier Gutiérrez. La película no se limita a mostrar la violencia del deporte; la utiliza como una metáfora de la lucha interna del protagonista.
Gutiérrez ofrece una actuación magistral, logrando transmitir la desesperación y la frustración de un hombre que se siente atrapado en un ciclo de autodestrucción. Su Ramón es un personaje complejo, roto y vulnerable, pero también un hombre que anhela recuperar la vitalidad perdida. El resto del reparto, especialmente Irene Ferreiro como su esposa, cumplen su cometido con naturalidad, aportando matices a la historia y generando empatía por el destino trágico de Ramón. Sin embargo, la película, en ocasiones, corre el riesgo de caer en un melodrama excesivo, aunque Gutiérrez lo contrarresta con su interpretación sutil y su presencia imponente.
El guion, a cargo de Marcos Martín, se centra en la relación entre Ramón y Deborah, interpretada con una fuerza primal por Ana Torrent. La química entre ambos personajes es palpable y la relación se desarrolla de una manera inquietante y convincente. No obstante, la trama principal se centra en gran medida en el mundo del boxeo, pero se construye una tensión muy bien manejada. La película explora temas como la masculinidad tóxica, la pérdida de la identidad y el precio de la ambición, pero lo hace con una honestidad brutal que puede resultar perturbadora para algunos espectadores. La película no busca soluciones fáciles ni ofrece un final feliz; simplemente muestra las consecuencias de las decisiones de Ramón y la desesperación que lo consume. A pesar del ritmo pausado en algunos momentos, la película mantiene la atención del espectador gracias a su atmósfera, sus actuaciones y sus dilemas morales planteados. Se observa que, si bien la película utiliza elementos de género, el enfoque principal reside en la exploración psicológica del personaje central.
La película, aunque a veces densa, logra transmitir un mensaje poderoso sobre la fragilidad humana y la dificultad de confrontar el paso del tiempo. No se trata de una película para todo el mundo, requiere una atención plena y una cierta disposición a aceptar la crudeza de la realidad. Es un trabajo del director que merece ser visto, pensado y debatido. Es una obra que se queda en la memoria, no por su espectacularidad, sino por su capacidad para provocar reflexiones sobre nuestra propia condición.
Nota: 7.5/10