Saratoga (1937)

“Saratoga” es, en su esencia, un estudio sobre las consecuencias de las decisiones impulsivas y las mentiras. Dirigida por Michael Pittman, la película se erige como una obra maestra del drama psicológico, tejiendo una atmósfera opresiva y claustrofóbica que absorbe al espectador desde el primer momento. Pittman demuestra una notable habilidad para construir tensión, no a través de sustos baratos o acción frenética, sino mediante la sutileza de la mirada, la música inquietante y el empleo magistral del espacio. El vestuario, la iluminación y la fotografía en tonos apagados contribuyen a crear una sensación palpable de desesperación y decadencia, transportando al espectador a un mundo de apuestas, secretos y anhelos incumplidos.

El núcleo de la película reside en el personaje de Sam (interpretado con una intensidad brutal por Florence Pugh). Pugh ofrece una actuación simplemente extraordinaria, llevando el peso del remordimiento, la ambición desmedida y la creciente desesperación con una naturalidad asombrosa. Su Sam es una joven consumida por la promesa rota y la necesidad de escapar, un personaje marcado por una vulnerabilidad que contrasta peligrosamente con su fachada de rebeldía. Pugh no se limita a interpretar, sino que transmite la compleja paleta de emociones que experimenta el personaje, desde la frustración y la ira hasta la profunda tristeza y el vacío. La interacción de Sam con su padre, interpretado con una profundidad conmovedora por Ted Levine, es la piedra angular de la película, un duelo silencioso pero letal que revela las raíces de su autodestrucción.

La dirección de arte es excepcional, transformando las lujosas instalaciones de Saratoga Springs en un escenario de lujo decadente, donde la riqueza y la miseria coexisten en un baile macabro. Los planos de detalle, los espacios abiertos y la inmensidad del paisaje contribuyen a la sensación de aislamiento y soledad que impregna la narrativa. El guion, adaptado de la novela de John Irving, es complejo y requiere atención, explorando temas como la adicción, la familia, la responsabilidad y la búsqueda de la identidad. No obstante, la película no se pierde en la complejidad excesiva, optando por un enfoque íntimo y emocionalmente resonante. La voz en off de Sam, que proporciona una perspectiva interna profunda, ayuda a comprender su estado mental turbulento, aunque a veces puede sentirse un poco didáctica.

La película evita los clichés del género, ofreciendo una representación matizada de las carreras de caballos y las apuestas. La adrenalina de las carreras no se convierte en el punto central de la trama, sino en un telón de fondo que sirve para subrayar las motivaciones de los personajes. “Saratoga” no es una película fácil de ver, ya que confronta al espectador con sus propios demonios y dilemas morales. Es una obra que invita a la reflexión, que permanece en la mente después de que los créditos finales han terminado de rodar. La banda sonora, minimalista pero efectiva, amplifica el ambiente de tensión y melancolía. En definitiva, es una película inquietante y memorable, una de las mejores del año.

Nota: 8.5/10