Saw IV (2007)

‘Saw IV’ se presenta no como una secuela narrativa, sino como una escalofriante y despiadada demostración del ‘juego’ de Jigsaw, una forma macabra de purificación moral a través del sufrimiento. Jonathan Levine, el director, abandona la narrativa lineal y el suspense psicológico que caracterizaron a las entregas anteriores, optando por un horror visceral y operístico que, a pesar de su excesiva depuración, logra mantener al espectador en un estado constante de tensión y horror. La película se centra en el teniente Rigg (Dave Bautista), un policía con una moral cuestionable, que se ve arrastrado a un nuevo y grotesco desafío, un juego de vida o muerte orquestado por el enigmático Jigsaw.

La dirección de Levine es implacable. Se deja ver su intención de no ofrecer respuestas fáciles ni momentos de respiro. La película se nutre de la claustrofobia, utilizando espacios reducidos y asfixiantes, como un sótano inundado o una ambulancia abandonada, para amplificar la sensación de desesperación y la amenaza constante. La fotografía es deliberadamente oscura y contrastada, resaltando los detalles sangrientos y los rostros de los personajes en estado de shock. Las escenas de violencia, aunque extremas y a veces insensibles, se presentan de forma tan abrupta y contundente que, paradójicamente, contribuyen a crear una atmósfera de horror más intensa que una larga y elaborada secuencia. Se ha criticado la dependencia de efectos especiales para simular el dolor, pero, en mi opinión, esa es precisamente la estrategia que mejor funciona para transmitir la magnitud del sufrimiento.

Las actuaciones son sólidas, especialmente la de Bautista, quien interpreta a Rigg con una mezcla de cinismo, vulnerabilidad y desesperación convincente. Su personaje, un hombre endurecido por la vida, se muestra reacio a participar en el juego, pero la necesidad de salvar a sus amigos le obliga a aceptar el desafío. Aunque los otros personajes secundarios no tienen tanta profundidad, cumplen su función y contribuyen a la atmósfera general de horror. La actuación de Shawnee Smith como Amanda Young, la antigua víctima de Jigsaw, es particularmente perturbadora; su locura y su deseo de venganza se manifiestan de forma implacable, convirtiéndola en una amenaza real para Rigg.

El guion, por otro lado, es la parte más problemática de ‘Saw IV’. Si bien la idea central de un nuevo juego, con reglas aún más retorcidas, es intrigante, la ejecución resulta ser un tanto predecible y recurrente a clichés del género. Se exploran temas como la redención, el sacrificio y la moralidad, pero de forma superficial y sin profundizar en las implicaciones filosóficas. La película se limita a presentar situaciones extremas y a mostrar el sufrimiento de los personajes, sin ofrecer una reflexión significativa sobre las consecuencias de sus acciones. La trama a veces se siente desordenada y las motivaciones de los personajes, especialmente las de Jigsaw, se mantienen ambiguas y poco claras, lo que dificulta la comprensión del juego más allá de su propósito principal: mantener a los participantes en un estado de terror constante. Sin embargo, el ritmo rápido y la entrega continua de shocks y horrores logran mantener el interés del espectador hasta el final.

A pesar de sus defectos, ‘Saw IV’ es un ejercicio de terror bien elaborado y visualmente impactante. Si bien el guion es débil y la película recurre a fórmulas trilladas, la dirección implacable de Levine, las actuaciones sólidas y el diseño de producción gore logran crear una experiencia cinematográfica perturbadora y memorable. Es una película que, sin duda, dejará una marca duradera en el espectador, no por su profundidad intelectual, sino por su capacidad para generar miedo y repulsión.

Nota: 6/10