Saw V (2008)

“Saw V” no es, ni por asomo, una obra maestra del terror. De hecho, en el contexto de toda la saga, se siente como una especie de repetición, un ejercicio de fórmula y pocos avances creativos. Sin embargo, la película merece un análisis más profundo que la simple etiqueta de “mala película”. El argumento, aunque predecible y con una estructura similar a las entregas anteriores, se centra en Hoffman (Costas Mandylor) como el nuevo "Jigsaw", un personaje que se ve obligado a perpetuar el legado de su mentor, y lo hace con la amenaza de un oscuro secreto descubierto por una joven hacker. Este villano, a pesar de su faceta digital y la promesa de un giro en la trama, termina siendo un antagonista superficial y carente de profundidad, una mera excusa para las elaboradas trampas mortales.

La dirección, a cargo de Tony Kaye – quien regresa como productor ejecutivo tras su trabajo en “Saw III” y “Saw IV” – se centra en la tensión claustrofóbica, algo que la saga ha dominado con maestría. Los interiores oscuros, iluminados con luces de neón parpadeantes, y la atmósfera opresiva son elementos característicos que, aunque no son particularmente innovadores, se utilizan eficazmente para crear una sensación constante de peligro. La planificación de las escenas de “trapa” es, como siempre, impecable. Se presentan como puzzles visuales y lógicos, que obligan al espectador a prenderse y, sobre todo, a sufrir. Sin embargo, Kaye se limita a seguir la tradición establecida, sin buscar nuevos ángulos o formas de sorprender. La sensación es la de un montaje meticuloso pero carente de alma.

Las actuaciones son decentes, pero no destacan. Costas Mandylor, como Hoffman, interpreta su papel con una seriedad que le da cierta credibilidad, aunque la falta de profundidad en el personaje limita su impacto emocional. Toby Bell, en un papel breve pero significativo como Jigsaw, aporta la presencia amenazante que se espera de él, aunque su participación se limita a una serie de flashbacks y a la entrega de una última instrucción. El resto del reparto, compuesto por individuos atrapados en las trampas, ofrecen interpretaciones convincentes en términos de angustia y desesperación, pero sin aportar nada nuevo a la fórmula. Es inevitable notar, y en este caso es una virtud, que el peso de la narrativa recae, como siempre, en la elaboración de la "trampa" y no en el desarrollo de los personajes.

El guion, a pesar de la estructura generalmente sólida de las películas de “Saw”, se siente un tanto deshilado. Se repiten los clichés del género: personas inocentes contrajoctadas a un dilema moral con consecuencias fatales, elaboradas pruebas mentales y la constante amenaza de la muerte. La trama introduce algunos elementos de misterio, como la identidad del enemigo y el origen de las trampas, pero estos se desvanecen rápidamente en la lógica estándar de la franquicia. La justificación de las trampas, a menudo, se siente artificial y poco convincente, priorizando el espectáculo sobre la narración coherente. La resolución, aunque ofrece un cierre a la historia particular, no aporta ninguna nueva perspectiva sobre el universo de “Saw”. Se siente como una solución temporal, un parche para evitar que la franquicia se estanque en la repetición.

Nota:** 5/10