Scream (1996)

“Scream” (1996) no es simplemente una película de terror, es un manifiesto del género, una disección brillante de las convenciones y un subversivo juego de roles que consolidó a Wes Craven como un maestro en el arte de redefinir el miedo. Si bien la premisa –un asesino en serie acecha a una comunidad pequeña y aparentemente tranquila– podría parecer un cliché, Craven lo transforma en algo mucho más inteligente y perturbador. La película se niega a ser una simple recreación de las películas de terror de los 80, y lo logra con una audacia y una certeza que sorprenden incluso a la audiencia contemporánea.

La dirección de Craven es magistral, logrando crear una atmósfera de tensión palpable desde los primeros minutos. No se basa en sustos fáciles o efectos especiales llamativos, sino en la construcción gradual de la paranoia. La música, con su uso inteligente de la banda sonora, acentúa la inquietud y anticipa el peligro inminente. El uso de cámara, particularmente el juego con los primeros planos y el montaje rápido durante las escenas de violencia, es exquisito y eleva el nivel de horror. Craven se atreve a subvertir la narrativa tradicional del slasher, no solo por la brutalidad, sino también por la forma en que presenta la víctima, Sidney Prescott, no como una chica indefensa sino como una joven con una historia oscura y una capacidad de resistencia que la convierten en un objetivo aún más fascinante.

Las actuaciones son, en su mayoría, excepcionales. Neve Campbell ofrece una interpretación convincente y natural como Sidney, transmitiendo la vulnerabilidad y la creciente determinación de la joven. Courteney Cox, como Gale Weathers, ofrece una actuación especialmente destacada. No se limita a ser la reportera sensacionalista, sino que desarrolla una personalidad compleja y, en cierto modo, atractiva. El papel le permite explorar la ambición, la oscuridad y la fascinación por la muerte, creando un personaje memorable y, a la vez, profundamente problemático. David Arquette, como Woodsboro sheriff, aporta un alivio cómico, pero también la convicción necesaria para un hombre que lucha por proteger a su ciudad. Aunque algunos de los antagonistas son un poco caricaturescos, su representación es efectiva y contribuye al juego de roles que define la película.

Lo que realmente distingue a “Scream” es su guion. Es un guion inteligente y lleno de referencias a otras películas de terror, lo que lo convierte en una obra de homenaje y crítica a la vez. La película juega con las expectativas del espectador, desmantelando las convenciones del género y obligándonos a cuestionar nuestras propias ideas sobre el miedo y el horror. La mecánica del “juego” que el asesino establece con sus víctimas es particularmente brillante, añadiendo una capa de complejidad psicológica a la trama. La película no se toma a sí misma demasiado en serio, lo que le permite ser a la vez aterradora y divertida, una combinación rara pero que funciona a la perfección. El final, que subraya la naturaleza cíclica del horror, es un golpe devastador y deja al espectador con una sensación de inquietud duradera.

Nota: 9/10