Se acabó el pastel (1986)

“Se acabó el pastel” (I’m So Happy For You) no es una película que enamore desde el primer momento, pero sí una que cala hondo. Bajo la dirección de Chris Smith, nos encontramos con una mirada agridulce y, a veces, desoladora sobre la ambición, la fama, el amor y el precio de la felicidad, tal como lo ven dos individuos obsesionados con sus carreras. La película no intenta ser grandilocuente ni dramática, se centra en los pequeños detalles, en las miradas, en las silencios que deciden el destino de una relación que, desde el principio, parece condenada. El formato de diptico, con las escenas compartidas por Streep y Nicholson, funciona a la perfección, permitiendo que el espectador experimente la relación desde dos perspectivas, por igual distantes y, en ocasiones, enfrentadas.

Meryl Streep y Jack Nicholson, dos leyendas del cine, ofrecen interpretaciones magníficas. Streep, en particular, domina el papel de Rachel con una sutileza que es casi hipnótica. Su Rachel es una mujer ambiciosa, fría, casi calculadora, pero también vulnerable y profundamente herida. No se trata de una villana, sino de una mujer que ha sacrificado mucho por su carrera y que, a pesar de ello, anhela desesperadamente una conexión auténtica. Nicholson, por su parte, aporta al personaje de Mark un aire de maldad juguetona y un cinismo que es, a su vez, desesperado. La química entre ambos actores, construida sobre años de amistad y respeto mutuo, es palpable y se traduce en diálogos brillantes y escenas intensas. El contraste entre sus personajes, con sus diferentes estilos de vida y motivaciones, es lo que genera tensión y, al mismo tiempo, la profundidad emocional de la película.

El guion, adaptado de un texto de Cheryl Miller, se centra en la desintegración de una relación basada en la incomunicación y la falta de compromiso. No hay grandes revelaciones ni giros inesperados, pero sí una serie de encuentros y conversaciones que revelan las heridas no sanadas y los miedos subyacentes. Lo que realmente destaca es la honestidad brutal con la que se representan las dificultades de mantener una relación a distancia, especialmente cuando la ambición profesional se convierte en un obstáculo insalvable. El film evita el sentimentalismo fácil y se centra en la realidad cruda del fracaso, en la aceptación de que a veces, los sueños más grandes pueden destruirte. Smith consigue transmitir la sensación de frustración y desesperanza con una naturalidad que es impactante. La fotografía, con toques de gris y azul, contribuye a crear una atmósfera melancólica y opresiva, que refleja el estado emocional de los personajes.

“Se acabó el pastel” no es una película para reírse, sino para reflexionar. Es una obra sobre las decisiones que tomamos, sobre el precio de la fama y el precio del amor. No ofrece soluciones, ni respuestas fáciles. Simplemente muestra dos personas que se alejan, una por una, a pesar de intentar aferrarse al otro. Es una película inteligente, provocadora y, sobre todo, profundamente humana. Un retrato valioso y, en cierto modo, desgarrador de una época en la que la búsqueda del éxito profesional puede dejarnos solos en el camino.

Nota: 8/10