Se escapó la suerte (1947)

“Se escapó la suerte” (La Fuite de la peur, en su título original) es una joya cinematográfica, una pequeña película que, a pesar de su aparente sencillez, se adentra con maestría en los recovecos del alma humana y en la naturaleza esquiva de la fortuna. Jacques Becker, un director cuyo legado se ve a menudo eclipsado por obras más conocidas como “La evasión”, nos regala una fábula melancólica y profundamente conmovedora, que, curiosamente, contrasta con la alegría que se asume en su ganadora del premio de Cannes. No es una película llena de grandes explosiones o giros argumentales vertiginosos; su fuerza reside en la sutileza, en la observación penetrante de dos personajes irremediablemente unidos por la desgracia.

La película se centra en Antoine y Antoinette Moulin, un matrimonio francés que, tras perder el billete ganador de la lotería, se ve reducido a la miseria y a la desesperación. Becker construye lentamente la atmósfera, mostrando la creciente angustia de los Moulin. La dirección es precisa y, a menudo, se caracteriza por una fotografía grisácea que refleja el estado emocional de los protagonistas y la opacidad del destino. La puesta en escena es austera, sin ornamentación innecesaria, lo que contribuye a la sensación de realismo y a la intensidad de la historia. Becker se centra en los detalles, en las miradas, en los gestos que revelan la vulnerabilidad de los personajes. No hay melodrama barato; la angustia se transmite de forma natural y auténtica.

Las actuaciones son excepcionales. Jean Gabin, quien interpreta a Antoine, ofrece una interpretación magistral. Su Antoine es un hombre de oficio, un trabajador honesto, un hombre que ha perdido la fe y la esperanza. Su tristeza es palpable, su frustración, tangible. Colette Lafrenière, en el papel de Antoinette, complementa perfectamente la interpretación de Gabin. Su Antoinette es una mujer noble, paciente, que lucha contra la desesperación con una dignidad silenciosa. La química entre los dos actores es indiscutible, creando una relación creíble y emotiva. Su diálogo es escaso, pero cada palabra, cada mirada, cuenta mucho. La película se basa más en lo no dicho, en la comunicación silenciosa entre los personajes.

El guion, adaptado de una novela de Robert Malot, es, sin duda, el corazón de la película. Becker, en colaboración con los guionistas, explora temas universales como el amor, la suerte, la pobreza, la desesperación y la redención. No se trata de una simple historia de “perder y ganar”, sino de una reflexión sobre la fragilidad de la vida y la importancia de la conexión humana. La película plantea una pregunta implícita: ¿Es la suerte el único factor determinante en la felicidad o reside en la capacidad de aferrarse al amor y a la esperanza, incluso en los momentos más oscuros? La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita al espectador a reflexionar sobre su propia vida y sus propias convicciones. La banda sonora, aunque discreta, acentúa las emociones y contribuye a la atmósfera melancólica y reflexiva.

Nota: 8/10