“Se nos fue de las manos” (Getaway) no es una película que te atrapa desde la primera escena, sino que se revela progresivamente, como un laberinto de suspense cuidadosamente construido. Dirigida por Martin Koolhoven, la cinta opta por una atmósfera opresiva, que se basa en la tensión psicológica y en la inquietante sensación de que algo terrible está a punto de suceder. La película, en esencia, explora la fragilidad de las relaciones familiares y las consecuencias imprevistas de la desesperación. No ofrece respuestas fáciles, ni explicaciones lógicas para los eventos que se desarrollan, y eso, en mi opinión, es una de sus mayores virtudes.
La dirección de Koolhoven es notable por su capacidad para crear una sensación palpable de incomodidad. El uso de la cámara en mano, combinado con la iluminación sombría y la banda sonora inquietante, contribuye a la sensación de estar atrapado en un sueño perturbador. Es una película visualmente impactante, que se basa en la sugestión más que en la espectacularidad. Sin embargo, el ritmo a veces puede sentirse un poco lento, especialmente para aquellos que buscan un thriller con giros de acción constantes. El desarrollo de la trama depende mucho de la atmósfera y el estado de ánimo, y a veces se echa en falta más acción explícita.
Las actuaciones son excepcionales, con un Marc Schaudel interpretado por Nicholas Hoult. Hoult transmite con maestría la desesperación y la confusión de un padre que se ve arrastrado por una serie de eventos que escapan a su control. Su evolución a lo largo de la película es convincente, mostrando la transformación de un hombre aparentemente racional y controlador en un padre desesperado. También destaco la interpretación de Holliday Grainger como Claire, la esposa de Marc, que equilibra la fragilidad emocional con una determinación silenciosa. La actuación de Jérémie Renier como Franck, el empleado, es sutil y perturbadora; logra plasmar un personaje ambivalente, oscilando entre la aparente seriedad y una creciente inquietud. No se trata de un personaje fácil de entender, y esa complejidad es la que le hace tan interesante.
El guion, escrito por Koolhoven y Petra Predonzini, es el elemento más discutible de la película. Si bien presenta ideas interesantes sobre la dinámica familiar y el trauma, en algunos momentos se siente demasiado pretencioso, con diálogos forzados y situaciones inverosímiles. El uso de la videocámara como herramienta narrativa es efectivo, pero la revelación final, aunque impactante, puede resultar un poco artificiosa. El verdadero éxito del guion reside en la creación de un clima de incertidumbre y en la plantación de dudas constantes sobre la veracidad de los hechos. Es una película que te invita a reflexionar sobre la naturaleza de la verdad y la responsabilidad. La ambigüedad deliberada es, sin duda, el arma principal de la película.
Nota: 7/10