Sed de mal (1958)

“Sed de Mal” (Badlands, 1973) de Terrence Malick es una película que, a pesar de su corta duración, te deja una resonancia inusual y perturbadora. La ambición del director, entonces joven y con una visión muy particular, se materializa en un western psicológico que desafía las convenciones del género y explora la fragilidad de la relación y la naturaleza de la violencia.

La película nos presenta a Curtis Loew (Martin Sheen), un joven automovilista con un pasado turbio y una inquietante calma, y a Holly (Sissy Spacek), una joven idealista y enamorada, que juntos se embarcan en un viaje por carretera que se convierte en una espiral descendente de criminalidad y desilusión. La dirección de Malick es magistral en su uso de la cámara: la filmación en 35 mm, con planos largos y amplios, contribuye a la atmósfera onírica y surrealista que impregna la película. El director no rehúye del detalle, mostrando la belleza agreste de Dakota y Nebraska, pero también la brutalidad de los hechos que se desarrollan. La banda sonora, compuesta por Frederick Zinnerman, es inquietante y melancólica, reflejando perfectamente el estado de ánimo de la película.

La actuación de Martin Sheen como Curtis es, sin duda, el punto culminante de la película. Su interpretación es sutil, casi inquietante. No se trata de un villano convencional; Curtis es un hombre vulnerable, atormentado por su pasado y sus propias contradicciones. Sissy Spacek, por su parte, ofrece una interpretación igualmente poderosa como Holly, una joven que lucha por aferrarse a sus ideales mientras se ve arrastrada por la violencia y la desesperación. Su Holly es una figura compleja, capaz de mostrar una inocencia conmovedora y una implacable determinación. La química entre Sheen y Spacek es palpable, intensificando el impacto emocional de la película.

El guion, adaptado de la novela de William Hjorth, es inteligente y ambigüo. Malick no ofrece respuestas fáciles; en lugar de eso, se centra en la exploración de los motivos detrás de la violencia, de la frustración y el deseo de escapar. La película no juzga a sus personajes, sino que los presenta como víctimas de sus propias circunstancias. La narrativa, a veces fragmentada y no lineal, obliga al espectador a interpretar los hechos y a cuestionar la moralidad de cada uno. La tensión narrativa se construye de forma implacable, y el clímax, aunque impactante, no resulta en una resolución definitiva, sino en una sensación de desolación y vacío. La película explora la idea de la "sed de mal" - un anhelo insaciable por la destrucción y la violencia-, como una fuerza que consume a sus personajes. La ambigüedad moral y la falta de justificación son elementos que distinguen a "Sed de Mal" de otros westerns de la época.

En definitiva, "Sed de Mal" es una obra maestra del cine, una película que desafía al espectador y que permanece en la memoria mucho tiempo después de haberla visto. Es una reflexión inquietante sobre la naturaleza humana, la violencia y la fragilidad del amor.

Nota: 9/10