Senderos de gloria (1957)

“Senderos de gloria” no es una película fácil de digerir. Claude Lelouch, director de culto conocido por su cine experimental y a menudo provocador, entrega una obra cinematográfica densa y visceral que obliga al espectador a participar activamente en la interpretación de sus significados. La película, ambientada en el brutal contexto de la Primera Guerra Mundial, no se centra en el heroísmo o la batalla propiamente dicha, sino en el impacto psicológico de la guerra en el soldado común. Lelouch se distancia de las narrativas grandilocuentes y opta por una disección del alma humana fragmentada por el horror.

La dirección de Lelouch es, sin duda, el punto fuerte de la película. La fotografía, sombría y granulada, evoca la atmósfera opresiva de la trincha, la nieve y el barro. La utilización del blanco y negro, junto con la ausencia de diálogos constantes durante largas secciones, crea un ambiente de claustrofobia y desorientación que replica, de manera efectiva, la experiencia traumática del soldado. Los planos largos, las tomas subjetivas y la experimentación con el sonido – el crepitar del rifle, los gritos ahogados, el viento ululante – nos sumergen en el caos de la batalla y la deshumanización del conflicto.

Las actuaciones son sólidas, aunque no espectaculares. Jean-Louis Trintignant, en el papel de Dax, ofrece una interpretación sobria y contenida, transmitiendo la angustia y la desesperación de un hombre que ha presenciado la muerte de sus hombres y que lucha por mantener la cordura. La interpretación de Jacques Charrier como Mireau es particularmente inquietante; el general, en un constante estado de irascible exasperación, representa la frialdad y la crueldad de un mando que solo se preocupa por el cumplimiento del deber y no por la moralidad. No obstante, el reparto secundario, aunque competente, queda un tanto eclipsado por la intensidad de las actuaciones centrales.

El guion, adaptado de la novela homónima de Louis Maigret, es el elemento más complejo y, a la vez, el más gratificante de la película. Lelouch no ofrece respuestas fáciles; al contrario, plantea preguntas incómodas sobre la naturaleza del honor, la responsabilidad, el sacrificio y la deshumanización de la guerra. La película se centra en la pérdida de la individualidad, en el colapso de la moralidad en medio del caos. La escena final, con Dax y Mireau en la nieve, es particularmente poderosa, un interrogatorio silencioso sobre quién es el verdadero responsable de la tragedia. El uso del flashback, cuidadosamente construido, sirve para revelar la historia personal de Dax, un joven que se ve arrastrado a la guerra y que lucha por mantener sus ideales en medio del horror. El guion, en definitiva, invita a la reflexión y a la re-interpretación.

“Senderos de gloria” no es un entretenimiento fácil, pero es una obra cinematográfica significativa que merece ser vista y reflexionada. Es un retrato crudo y honesto de la Primera Guerra Mundial, que se centra en el sufrimiento humano y en la pérdida de la inocencia. No es una película para todos, pero para aquellos que buscan una experiencia cinematográfica que los desafíe y los marque, "Senderos de gloria" es una joya olvidada.

Nota: 8/10