Senna (2010)

“Senna” no es simplemente un documental sobre Fórmula 1, es una inmersión profunda en la psique de un hombre que trascendió el deporte para convertirse en un ícono. La película de Thomas Balmaceda y James Heywood se aleja decididamente de las fórmulas habituales del género, liberándose de la repetición de imágenes de carreras y las entrevistas convencionales para abrazar una narrativa cinematográfica que se siente, a menudo, como una película de ficción. Este cambio de dirección, que se convierte en la piedra angular de la experiencia, es crucial para comprender la fuerza y el impacto de la película.

El documental se construye principalmente a través de material de archivo inédito, material que, paradójicamente, es más revelador que las entrevistas exhaustivas. La abundancia de imágenes de archivo de las primeras décadas de la Fórmula 1, antes de que el foco se centrara exclusivamente en Senna, ofrece un contexto vital. Al mostrar la forma en que Senna, incluso en sus inicios, era un rebelde, un innovador y un exigente perfeccionista, nos permite apreciar la magnitud de su éxito y, al mismo tiempo, entender las raíces de su personalidad. La película no se limita a mostrar las carreras; nos presenta a Senna en la vida, en su entorno, en sus relaciones, demostrando que la genialidad en la pista se alimentaba de una intensidad personal y una búsqueda constante de la excelencia. Se muestra su meticulosidad en el garaje, su relación con su equipo y la presión que sentía para ser el mejor.

La dirección de Balmaceda es magistral, construyendo un ritmo pausado que permite al espectador inhalar cada momento. La película no se apresura en juzgar a Senna; simplemente lo presenta, lo muestra en su totalidad. No hay heroización simplista, ni demonización. Se reconoce su competitividad feroz, su orgullo y su ambición, pero también su vulnerabilidad, su necesidad de conexión y su lucha interna. La película evoca una sensación constante de tensión, no por el peligro en la pista, sino por la intensidad de la personalidad de Senna. La música, cuidadosamente seleccionada, complementa perfectamente la experiencia visual, creando una atmósfera única que nos transporta al mundo de Senna.

El guion, en manos de James Heywood, es excepcionalmente delicado. No busca ofrecer explicaciones fáciles sobre la muerte de Senna, sino que presenta las circunstancias de Imola como un trágico resultado de una serie de factores interconectados. La película se enfoca más en la obsesión de Senna por el control, su búsqueda de la perfección y su incapacidad para concederle a nadie, ni siquiera a su propia vida, un espacio de error. No hay sentimentalismos ni melodramatismo; solo una presentación honesta y brutal de los hechos. La ausencia de Senna en la película, en los momentos críticos, es deliberada y efectiva. El espectador se queda con la sensación de su presencia constante, de su energía innegable.

“Senna” es, sin duda, uno de los documentales deportivos más impactantes y conmovedores de los últimos años. Es una obra que honra la memoria de un piloto legendario y que, a la vez, ofrece una reflexión profunda sobre la naturaleza de la ambición, la búsqueda de la perfección y el precio que a veces se paga por alcanzarla. Es una película que permanecerá contigo mucho después de que los créditos hayan terminado de rodar.

Nota: 9/10