“Serpico” no es simplemente una película sobre la corrupción policial; es un descenso a la oscuridad del alma humana, un relato visceral sobre la integridad en un mundo que, a menudo, la sacrifica en aras del poder y la conveniencia. Dirigida con maestría por Sidney Lumet, la película, estrenada en 1973, se erige como un faro de honestidad en un contexto de opacidad y desconfianza. Lumet, conocido por su capacidad para explorar la complejidad moral, sabe magistralmente evocar la atmósfera sofocante de la Nueva York de los años 70, un ambiente donde la camaradería policial se mezcla con un letal sistema de sobornos.
Al frente de la narrativa, Al Pacino ofrece una actuación monumental. Pacino no solo imita la apariencia física de Frank Serpico, sino que, lo que es más importante, lo encarna de manera convincente. La lentitud, la duda, la desconfianza que transmite Serpico son palpables. Pacino no se limita a ser un héroe idealizado; retrata la lucha interna constante de un hombre que se enfrenta a la hostilidad de sus compañeros, a las amenazas de sus superiores y a la desesperación de saber que, en el fondo, está solo. Su actuación es un tour de force, una exploración honesta de la vulnerabilidad de un hombre que sacrifica su carrera y su seguridad personal en defensa de la verdad. La expresión facial de Pacino, especialmente en las escenas de tensión, es un testimonio de la batalla interior que está librando.
El guion, adaptado de la autobiografía de Frank Serpico, es un ejemplo de equilibrio entre la documentación de los hechos y la exploración de las motivaciones de los personajes. Lumet y su equipo no recurren a soluciones fáciles ni a simplificaciones moralistas. Presentan la corrupción como un cáncer que se extiende por toda la institución policial, revelando la complejidad de las relaciones y la necesidad de un cambio radical. La película se centra en la decisión de Serpico de denunciar la corrupción, pero también explora las consecuencias de esa decisión, tanto a nivel personal como profesional. El ritmo es deliberado, permitiendo al espectador sumergirse en la atmósfera opresiva y entender la magnitud de la tarea que enfrenta Serpico. La tensión se construye sutilmente, no a través de explosiones o escenas de acción gratuitas, sino a través de diálogos tensos y miradas significativas.
Visualmente, "Serpico" es impactante. La fotografía de Sven Nykvist, ganador del Oscar a la mejor fotografía en 1974, utiliza la luz y la sombra para crear un ambiente sombrío y claustrofóbico. Los escenarios de Nueva York, con sus calles lluviosas y sus edificios imponentes, contribuyen a la sensación de desesperación y decadencia. La película no glorifica la violencia, pero tampoco rehúye de las situaciones peligrosas que enfrenta Serpico, mostrando la brutalidad de la corrupción y la amenaza que representa para aquellos que se atreven a oponerse. Serpico no es solo un policía; es una víctima de un sistema corrupto, y la película lo retrata con una empatía y un respeto que lo convierten en un héroe moderno, un referente de la honestidad y la integridad en un mundo cada vez más complicado.
Nota: 9/10