Session 9 (2001)

“Session 9” es una joya inquietante y atmosférica que, a pesar de su bajo presupuesto, logra establecerse como una de las películas de terror más memorables y perturbadoras de principios de los 2000. La dirección de Brad Anderson es magistral en la construcción de la tensión, aprovechando al máximo el espacio claustrofóbico del Hospital Danvers para generar una sensación constante de incomodidad y paranoia. Anderson no recurre a sustos fáciles o violencia gráfica; en cambio, se centra en la lenta desintegración psicológica de los personajes y en la sugestión, utilizando la luz, el sonido y la propia arquitectura del hospital como elementos narrativos clave.

El guion, coescrito por Brad Anderson y Marcus Nispel, destaca por su ambigüedad deliberada. La película no ofrece respuestas claras sobre los eventos que ocurrieron en el hospital, dejando al espectador con la sensación de que lo que presenciamos es una alucinación colectiva, una manifestación de los traumas del pasado que se entretejen con la realidad. Este enfoque en la incertidumbre es una de las mayores fortalezas de la película, y contribuye a que la experiencia sea profundamente inquietante y personal. La historia, centrada en la mirada de un equipo de Hazmat, es, en esencia, una exploración del miedo a lo desconocido y de la fragilidad de la cordura.

Las actuaciones son excepcionales, especialmente la de Peter Mullan como Gordon Fleming. Mullan logra transmitir la creciente desesperación y la paranoia de su personaje con una intensidad convincente. Su interpretación es sutil pero poderosa, y capta la progresiva pérdida de control de Gordon, quien se encuentra cada vez más atormentado por una presencia invisible. Paul Guilfoyle como Bill Griggs complementa a Mullan, aportando una dosis de pragmatismo y dudas que contrasta con la creciente locura de su compañero. Las interpretaciones de los otros miembros del equipo también son sólidas, contribuyendo al equilibrio entre el miedo individual y la amenaza colectiva.

El diseño de producción y la banda sonora de Howard Shore son elementos cruciales para el éxito de la película. La ambientación del hospital, decadente y abandonado, es tanto física como psicológica, evocando una sensación de abandono y sufrimiento. La música, minimalista y evocadora, se infiltra en la mente de los personajes, amplificando sus miedos y presagios. La iluminación, a menudo sombría y contrastada, juega un papel fundamental para crear la atmósfera opresiva y onírica de la película. “Session 9” no es una película que te asusta; te instala en un lugar de incertidumbre y te obliga a confrontar tus propios miedos. Es un estudio del aislamiento, la culpa y la pérdida de la identidad, envuelto en una historia de terror psicológico que perdura mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8.5/10