“Shakes the Clown” es una película que, aunque no llega a ser un éxito rotundo, ofrece una experiencia cinematográfica peculiar, perturbadora y, en el fondo, profundamente inquietante. El director, Charlie Kaufman, conocido por su peculiar estilo y exploraciones de la psique humana, no se anda con rodeos en esta historia que se siente como una pesadilla onírica con un toque de humor negro visceral. La película se centra en Shakes (Jacob Planche), un payaso que ha perdido su alegría y que, tras una existencia marcada por el alcoholismo y el aislamiento, se encuentra en una situación de crisis profesional y personal.
La dirección de Kaufman es, como de costumbre, impecable en la creación de atmósferas opresivas y desconcertantes. La fotografía, con tonos apagados y una paleta de colores desaturados, contribuye a la sensación de angustia y desesperación que impregna la película. Kaufman no se limita a mostrar la realidad; la construye, dando forma a la mente fragmentada y caótica de Shakes. Las escenas se funden a veces con la lógica de un sueño, con elementos surrealistas que sugieren una realidad distorsionada por la enfermedad mental. La banda sonora, con melodías melancólicas y disonantes, refuerza este efecto, sumiendo al espectador en la turbulencia emocional del protagonista.
La actuación de Jacob Planche es la piedra angular de la película. Logra transmitir con creces la alienación, el miedo y la desesperación de Shakes de una forma que es tanto conmovedora como inquietante. Planche no se limita a interpretar un personaje; se convierte en él, sumergiéndose por completo en su angustia. El resto del reparto, aunque con papeles menos prominentes, ofrece interpretaciones sólidas, contribuyendo a la atmósfera general de la película. Particularmente notable es la actuación de Hannah Herzsprung como Iris, una figura enigmática que se cruza en el camino de Shakes, añadiendo una capa de misterio y complicidad a la trama.
El guion, escrito en gran parte por Kaufman y Bo Burnham, es lo más problemático y, a la vez, lo más fascinante de la película. La trama, aunque aparentemente sencilla, esconde una reflexión profunda sobre la identidad, la autenticidad, el fracaso y la búsqueda de significado en un mundo que parece desprovisto de propósito. La película no ofrece respuestas fáciles; más bien, nos plantea preguntas incómodas y nos obliga a confrontar nuestra propia percepción de la realidad. La escritura es a menudo abstracta y poética, lo que puede resultar desconcertante para algunos espectadores, pero también añade a la atmósfera única de la película. El ritmo es deliberadamente lento y contemplativo, lo que refuerza la sensación de inmersión en la mente de Shakes. A pesar de las dificultades interpretativas que puede generar la escritura, se percibe un deseo genuino de explorar la complejidad del ser humano.
En definitiva, "Shakes the Clown" es una película que exige atención y que recompensa al espectador que está dispuesto a sumergirse en su mundo particular. No es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica memorable que seguramente dejará una huella en la memoria del espectador. Es una obra que vale la pena discutir y reflexionar sobre su significado.
Nota: 7/10
