Shangri-La Suite (2016)

“Shangri-La Suite” no es una película fácil de digerir, pero resulta ser una experiencia cinematográfica profundamente evocadora y, en última instancia, increíblemente conmovedora. Dirigida por Chloé Zhao, la película se sumerge en la melancólica y casi surrealista atmósfera de Los Ángeles de 1974, no como una ciudad vibrante de Hollywood, sino como un purgatorio, un lugar donde los fantasmas del pasado y los sueños rotos se entrelazan de forma inquietante. Zhao, experta en la luz natural y la atmósfera, construye un paisaje visual que es casi palpable, utilizando la luz del sol californiano para resaltar el aislamiento y la vulnerabilidad de sus personajes.

El núcleo de la historia, la ambiciosa pero terriblemente fallida misión de dos adolescentes, Jude y Mark, de matar a Elvis Presley, se presenta como un vehículo para explorar temas mucho más amplios: la obsesión, la alienación, el trauma infantil y la búsqueda de identidad. El guion, a cargo de Patrick Cauvin y Chloé Zhao, es deliberadamente lento y fragmentado, imitando el flujo de la conciencia. No se apresura a explicar las motivaciones de los personajes ni a ofrecer respuestas fáciles. Se centra en la inmediatez de sus emociones, en el dolor crudo y en las pequeñas interacciones que revelan el torbellino interno que los consume. Hay una honestidad brutal en la representación de sus vidas, un retrato sin adornos de la angustia adolescente, algo que rara vez se ve en el cine. No obstante, la lentitud puede frustrar a algunos espectadores, y la falta de una trama lineal podría ser vista como una debilidad por quienes buscan un entretenimiento más convencional.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los mayores triunfos de la película. Andrew Garfield, en un papel que le otorga una inusitada profundidad, entrega una interpretación magistral de Jude, un chico atormentado y vulnerable que lucha contra su propio dolor y sus impulsos autodestructivos. Su actuación es sutil, pero increíblemente potente. Julia Fox, como Mark, aporta una presencia inquietante y un misterio palpable. Su personaje es tanto un alivio como una fuente de inquietud, y la química entre Garfield y Fox es genuina y electrizante. No son solo amantes; son dos almas perdidas en el mismo laberinto emocional. Zhao ha conseguido que ambos actores transmitan una sensación de fragilidad que es casi física.

Más allá del romance, "Shangri-La Suite" se postula como una meditación sobre la naturaleza de la memoria y el impacto duradero del pasado. La película se construye alrededor de imágenes y fragmentos de sueños, creando una atmósfera onírica y sugerente que invita a la interpretación. La banda sonora, a cargo de Justin Trivers, es igualmente esencial, complementando a la perfección la atmósfera melancólica y creando un ambiente hipnótico. La película no ofrece respuestas, se limita a plantear preguntas, y la belleza reside en esa ambigüedad, en la invitación a la reflexión. Es una obra que permanece con el espectador mucho después de que los créditos han finalizado, un recordatorio de que el pasado siempre nos persigue, y que la búsqueda de la felicidad puede ser un viaje infinitamente doloroso.

Nota: 8/10