Shaolin. La leyenda de los monjes guerreros (2011)

“Shaolin. La leyenda de los monjes guerreros” no es una reinvención del género de artes marciales, pero sí una revisitación con un toque distintivo que, en última instancia, resulta cautivadora. La película, situada en la China de los años 20, se centra en dos personajes muy diferentes, obligados a un destino común: el hijo de un señor feudal, interpretado con una sobriedad admirable por Andy Lau, y un joven privilegiado, Nicholas Tse, cuyo temperamento impulsivo se ve forzado a reevaluar su vida dentro de las murallas del monasterio Shaolin. La ambientación histórica, aunque no la más rica en detalles, logra transportar al espectador a una China de principios del siglo XX marcada por la inestabilidad social y política, un contexto que añade una capa de resonancia a la trama.

La dirección de Edwin Choi, aunque no deslumbrante, es funcional y estable. Se centra en la coreografía de las artes marciales, que es, sin duda, el punto fuerte de la película. Las secuencias de lucha son espectaculares, elaboradas y tecnicamente impecables. La película no busca sobrecargar el espectador con acrobacias gratuitas; en cambio, cada movimiento es deliberado y conectado a la narrativa, mostrando la disciplina y el rigor del entrenamiento Shaolin. La coreografía, a menudo, se integra de forma natural en la historia, con momentos de tensión dramática que se complementan con la intensidad de los combates.

Las actuaciones son sólidas, con Andy Lau entregando una interpretación tranquila y controlada, que refleja la evolución de su personaje a lo largo de la película. Su viaje de la ambición a la humildad es el núcleo emocional de la historia. Nicholas Tse, por su parte, ofrece una interpretación más descarada y juvenil, con un buen equilibrio entre la rebeldía y la vulnerabilidad. La química entre ambos actores es evidente, lo que resulta en una dinámica interesante y convincente. Aunque el guion no alcanza la profundidad que podría haber tenido, la historia es simple pero efectiva, ofreciendo un desarrollo gradual de los personajes y un claro propósito. La trama, sin embargo, se basa en un cliché del género, lo que puede resultar algo predecible para el espectador más experimentado. No obstante, el enfoque en el entrenamiento y la filosofía Shaolin, lejos de ser una simple excusa para las escenas de lucha, se convierte en un elemento central de la narrativa, explorando temas como la disciplina, la perseverancia y la búsqueda de la paz interior.

En definitiva, “Shaolin. La leyenda de los monjes guerreros” es un espectáculo visualmente atractivo, con coreografías de artes marciales de primer nivel y una buena dosis de acción. Si bien el guion podría haber sido más elaborado, la película logra entretener y ofrecer una buena experiencia visual. No es una obra maestra, pero sí un sólido entretenimiento que satisfará a los aficionados al género.

Nota: 7/10