“Sherrybaby” no es una película fácil de digerir. Es una inmersión profunda en la vida de una mujer en la recaída, un retrato visceral y sin concesiones de la lucha contra la adicción y sus consecuencias devastadoras. La película, dirigida con un mimo casi documental por Allison Creeden, se centra en Sherry Swanson (una escalofriantemente convincente, Taylor John Smith) tras su salida de prisión, un punto de inflexión que, paradójicamente, la sume aún más en el caos. Creeden no recurre a estereotipos simplistas de “supervivencia” y “redención”, sino que explora las complejidades de la adicción, su impacto en las relaciones familiares y la dificultad de reconstruir una vida. El silencio y la contemplación se convierten en herramientas narrativas esenciales, permitiendo que el espectador sienta la desesperación silenciosa y la constante amenaza que acecha a Sherry.
La dirección de Creeden es, sin duda, el punto fuerte de la película. El uso de la cámara es deliberadamente íntimo, a menudo enfocándose en el rostro de Taylor John Smith, capturando cada micro-expresión que revela el tormento interno de Sherry. No hay dramatizaciones exageradas ni golpes emocionales forzados; el poder de la película reside en su capacidad para transmitir la realidad cruda y sin filtros de la adicción. La fotografía, en tonos apagados y con una paleta de colores que refleja la desolación, contribuye a la atmósfera opresiva y realista. Además, la banda sonora, minimalista y evocadora, complementa a la perfección la imagen, subrayando la soledad y la vulnerabilidad del personaje.
Taylor John Smith ofrece una actuación absolutamente magistral. Su interpretación de Sherry es naturalista, evitando cualquier melodrama. Su Sherry es un personaje roto, lleno de arrepentimiento, auto-odio y una desesperada necesidad de conexión. La lentitud y la quietud con las que Smith retrata la adicción y la recuperación son absolutamente impactantes. El resto del reparto, especialmente los que interpretan a su hija y a su ex-marido, también aportan un gran valor a la trama, dotándola de un matiz de tragedia familiar que exacerba la desesperación de Sherry. Aunque el guion a veces fluye con un ritmo pausado que puede resultar tedioso para algunos, la honestidad brutal con la que aborda los temas tratados y la impecable actuación de Smith lo compensan.
El guion, escrito por Creeden y Allison Creeden, se centra en la construcción de relaciones, tanto las perdidas como las potenciales. No intenta ofrecer soluciones fáciles ni una narrativa lineal de recuperación. Más bien, explora las dificultades para reconstruir la confianza, el miedo al rechazo y la constante lucha contra los impulsos. La película no juzga a Sherry, simplemente la presenta como un ser humano con problemas y deseos, atrapado en un círculo vicioso de autodestrucción. La exploración de la adicción no es un tema aislado, sino que se entrelaza con temas de abandono, culpa y el deseo de encontrar un propósito en la vida. Es una película que te lleva consigo, que te hace reflexionar sobre la fragilidad de la mente humana y las consecuencias de las elecciones que tomamos.
Nota:** 7/10