“Shocker, 100.000 voltios de terror” es una película que, a pesar de ser fácilmente olvidable, logra un impacto perturbador gracias a su propuesta visualmente radical y a su ejecución, aunque imperfecta, de un concepto central fascinante. El film no busca ser un slasher convencional ni una exploración psicológica profunda; su interés reside en la idea de la posesión demoníaca como perpetuación del mal, una idea que se presenta con una brutalidad directa y sin rodeos que, en ciertos momentos, resulta francamente inquietante.
La dirección de Matthew Paner se distingue por una estética industrial y una paleta de colores vibrantes, predominantemente neón y rojo sangre, que contrastan brutalmente con la oscuridad y la violencia que se despliega en pantalla. La fotografía, a cargo de Brian A. Larson, es, sin duda, el punto fuerte de la película. Los planos largos y estáticos, combinados con el uso del slow motion, sirven para intensificar la sensación de horror y para destacar la fragilidad de los personajes ante la presencia del demonio Horace Pinker, ahora transformado en una entidad aún más letal. Hay una cierta maestría en el uso del color para generar tensión y para situar al espectador en medio de un ambiente de constante peligro.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Josh Feldman se muestra convincente como el detective Frank Dempsey, un hombre atormentado que intenta comprender la naturaleza de lo que está enfrentando. Su personaje no es particularmente carismático, pero su determinación y su desesperación son palpables. Sin embargo, la actuación de Dylan Tucci como el demonio Pinker, aunque impactante visualmente gracias a la maquillaje y el diseño de vestuario, carece de una profundidad que podría haber enriquecido la narrativa. Se siente más como una representación visual de la maldad que un intento de explorar la psique de una entidad demoníaca.
El guion, a pesar de sus puntos fuertes en la concepción de la premisa, también presenta algunas debilidades. El ritmo es desigual; alternando momentos de tensión y violencia con escenas de diálogo poco elaboradas. La trama, en su núcleo, es relativamente simple, pero a veces se pierde en detalles innecesarios que diluyen el impacto de la historia. La película parece carecer de una cierta ambigüedad que podría haberla elevado a un nivel superior. La intención de explorar las consecuencias del mal ya existiendo, tras la muerte, es interesante, pero no siempre se desarrolla con la profundidad que merecía.
En definitiva, "Shocker, 100.000 voltios de terror" es una película de terror visualmente impactante y con una idea central interesante, aunque con algunas fallas en el guion y en la caracterización de algunos personajes. No es una obra maestra, pero sí una experiencia perturbadora y, en cierto modo, memorable, especialmente para aquellos que aprecien el horror de estética industrial y con una estética particular.
Nota: 6.5/10