Si te dicen que caí (1989)

“Si te dicen que caí” es una película que te envuelve como un susurro, una sombra que se arrastra a través de recuerdos rotos y el peso del pasado. Dirigida con una sensibilidad exquisita por Carla Simón, la película no es una historia de acción o de drama explosivo, sino una exploración profunda de la memoria, la infancia perdida y la fragilidad de la vida, envuelta en un atmósfera de melancolía palpable. La película se centra en Sor Paulina, una mujer que se ve obligada a enfrentarse a los fantasmas de su pasado cuando se encuentra con los restos de sus antiguos compañeros de la infancia, Java y Juanita, fallecidos en 1940. La trama, aparentemente sencilla, sirve como catalizador para una reflexión conmovedora sobre cómo la imaginación y la narrativa pueden moldear nuestra percepción de la realidad.

Carla Simón, con su habitual maestría, construye una narrativa visualmente deslumbrante, pero no por ostentación. La fotografía de Tristan Querelle es particularmente notable, utilizando una paleta de colores apagados y una iluminación tenue para reflejar la atmósfera de opresión y silencio que impregna la película. El uso de la luz y la sombra, y las largas tomas en las que se observan los personajes, nos permiten conectar íntimamente con sus pensamientos y emociones. La película no se apresura; permite que el espectador absorba el entorno, las conversaciones entre los personajes y, sobre todo, la carga emocional que irradian. La dirección de Simón es magistral en la forma de sugerir más de lo que se muestra explícitamente, dejando que el espectador complete los huecos de la historia con sus propias interpretaciones.

Las actuaciones son excepcionales. Marta Espenilla, como Sor Paulina, ofrece una interpretación cargada de matices y vulnerabilidad. Su personaje es una mujer atormentada por sus recuerdos y su pasado, y Espenilla logra transmitir esa complejidad con una sutileza asombrosa. La química entre Espenilla y el joven Diego Calva, como Nito, es fundamental para el éxito de la película. Su relación, inicialmente torpe y distante, evoluciona a lo largo de la historia, convirtiéndose en un vínculo de apoyo emocional. Calva, a pesar de ser un actor relativamente nuevo, demuestra una capacidad impresionante para expresar emociones y mantener la tensión dramática.

El guion, adaptado de la novela homónima de Albert Sánchez Piñol, es el corazón de la película. Simón y el guionista se han servido de la historia para explorar temas universales: el impacto de la guerra en la infancia, la pérdida de la inocencia, la importancia del recuerdo y la búsqueda de la identidad. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones definitivas. En cambio, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del dolor, la memoria y la forma en que las experiencias pasadas pueden seguir moldeando nuestras vidas. La película, especialmente en sus escenas que evocan las "Aventis" de la infancia, posee una cualidad poética que la hace particularmente conmovedora. La belleza reside en la ambigüedad, en la sugerencia, y en la forma en que la película recuerda que la historia siempre está sujeta a la interpretación y a la memoria.

Nota: 8.5/10