Siccîn (2014)

“Siccîn” es, en su esencia, una película que exige algo de valentía del espectador. No se trata de una experiencia cinematográfica ligera; se trata de una inmersión en un relato oscuro y perturbador, que explora la fragilidad de las relaciones humanas y los límites del deseo. Dirigida con una meticulosa atención al detalle por Asiye Gülhan, la película se erige como un inquietante estudio del incesto y la posesión demoníaca, envuelto en una atmósfera de creciente terror psicológico.

La película se centra en Öznur, interpretada con una intensidad palpable por Ayça Armur. Su actuación es magistral, comunicando con sutileza la profunda y obsesiva atracción que siente por su primo. Armur logra transmitir no solo la belleza física de Öznur, sino también la vulnerabilidad y la desesperación de una joven atrapada en un ciclo de anhelo inaceptable. Su mirada, a menudo vacía y perdida, sugiere una pérdida de control gradual, un descenso a un abismo donde la razón se desvanece. La relación que establece con su primo, aunque retratada con una sensibilidad que evita la explotación, es el corazón palpitante de la narrativa, cargada de una tensión sutil pero constante.

La dirección de Gülhan es notable por su capacidad para construir una atmósfera de incomodidad. La cinematografía, predominantemente en tonos fríos y apagados, refleja el estado psicológico de los personajes. La iluminación juega un papel crucial, enfatizando los espacios claustrofóbicos y la sensación de aislamiento. La banda sonora, compuesta por Eda Atacan, es inquietante y sugerente, reforzando la atmósfera de opresión. Sin embargo, a veces la lentitud deliberada podría frustrar a aquellos acostumbrados a narraciones más dinámicas. La película se toma su tiempo, permitiendo que la tensión se acumule lentamente, y esto, aunque efectivo en su objetivo, necesita paciencia por parte del espectador.

El guion, en su mayor parte, es sólido, con diálogos que a menudo son breves y cargados de significado implícito. La película no se regodea en explicaciones; en cambio, confía en las imágenes y el simbolismo para comunicar sus ideas. La idea de la posesión, y cómo se manifiesta en la vida de Öznur, está particularmente bien explorada. No es una posesión demoníaca en el sentido tradicional, sino una absorción gradual de la identidad de su primo, una pérdida de autonomía que se manifiesta en un comportamiento cada vez más extraño y perturbador. Este elemento, aunque central, a veces se siente un poco desordenado, y la película podría beneficiarse de una mayor claridad en el desarrollo de la trama. La resolución, aunque gráfica, es abrupta y, para algunos espectadores, podría resultar anticlimática.

A pesar de algunas imperfecciones, "Siccîn" es una experiencia cinematográfica memorable, una inquietante meditación sobre el amor prohibido, la obsesión y la pérdida de la identidad. Es una película que permanecerá en la memoria, invitando a la reflexión y a una discusión sobre sus temas más complejos. Es una obra que se atreve a explorar territorios incómodos y a desafiar las convenciones narrativas, y por ello, merece ser vista y analizada.

Nota: 7/10