“Sicko” de Michael Moore, estrenada en 2007, no es simplemente un documental; es un grito de rabia visceral que golpea con fuerza contra las entrañas del sistema sanitario estadounidense. Moore, un director que ya ha sabido cómo aprovechar el poder de la controversia, regresa con una obra que, sin duda, genera debate y, por desgracia, no es nueva en su enfoque. Sin embargo, la urgencia y la cruda realidad que expone la película la convierten en una experiencia cinematográfica ineludible para cualquiera interesado en la justicia social y la desigualdad.
La dirección de Moore, como es habitual, no busca la sutileza. Se centra en la fuerza del testimonio, la denuncia directa y la exposición de casos concretos. El uso de imágenes impactantes, como las largas colas de personas esperando ser atendidas, la extrema pobreza de aquellos que no pueden pagar su seguro y las prácticas abusivas de las aseguradoras, es efectivo para crear una atmósfera de desesperación y opresión. Moore no intenta construir una narrativa compleja o armónica; se limita a mostrar la brutalidad del sistema desde la perspectiva de quienes lo sufren. Esta estrategia, aunque no siempre elegante, consigue transmitir con máxima claridad la injusticia fundamental que sustenta todo el debate. El trabajo de Moore como director, por tanto, se centra en la producción de la verdad, aunque esa verdad sea incómoda.
Las actuaciones, aunque no son el foco principal, son cruciales para el impacto emocional de la película. Las personas que comparten sus historias de sufrimiento, de ser negadas una cirugía urgente, de morir por falta de cobertura, son el corazón de “Sicko”. Sus testimonios, a menudo cargados de emoción y desilusión, logran que el espectador empatice profundamente con su situación. La voz en off de Moore, a veces agresiva, funciona como un catalizador, pero es la honestidad y la vulnerabilidad de los protagonistas quienes realmente conmueven.
El guion, en esencia, es directo y sin concesiones. No hay espacio para la justificación, para la búsqueda de soluciones diluidas. Moore desmonta las estructuras de poder y expone las motivaciones económicas que subyacen a las políticas sanitarias. Revela cómo las compañías de seguros, lejos de garantizar la salud de sus asegurados, se preocupan principalmente por maximizar sus beneficios, utilizando estrategias diseñadas para evitar el pago de reclamaciones y negar la cobertura a aquellos que no pueden costearla. La película se apoya en investigación documental rigurosa, demostrando cómo el sistema está construido para excluir a la población más vulnerable. Aunque el argumento puede parecer predecible para quienes ya conocen el problema, la fuerza reside en la presentación de los hechos y en la exposición de su dimensión humana.
“Sicko” no es una película para facilitar la visión del espectador. Es un documental que obliga a reflexionar sobre las prioridades de una sociedad que, en nombre del libre mercado, permite que millones de personas sean privadas de un derecho fundamental como la atención médica. Es una obra provocadora, incómoda, pero, sobre todo, esencial para entender las complejidades del sistema sanitario estadounidense y sus consecuencias devastadoras. La película, por consiguiente, es un llamado a la acción, un reproche a un sistema que, en su afán por la eficiencia, sacrifica la humanidad.
Nota: 8/10