“Sigfrido” es una película que, a primera vista, podría parecer un ejercicio de fantasía inofensiva y, quizás, algo repetitiva. Sin embargo, tras una visión más profunda, emerge una historia con un corazón sorprendentemente puro y una sensibilidad que te roba la atención. La dirección de Marius Müller-Edel es cuidadosa y poética, creando una atmósfera casi onírica que envuelve al espectador desde el inicio. La paleta de colores, principalmente verdes y azules, refuerza esa sensación de aislamiento y la belleza salvaje del entorno, elementos cruciales para la narrativa. Se nota que la película prioriza la imagen y el ritmo lento, lo que permite a la audiencia absorber la idiosincrasia del protagonista y la soledad que lo acompaña.
La actuación de Ben Whishaw como Sigfrido es, sin duda, el pilar de la película. Whishaw ofrece una interpretación magistral, transmitiendo con una total inmersión la inocencia, la vulnerabilidad y la profunda tristeza que subyacen a la aparente fuerza bruta del personaje. Su mirada, en particular, es reveladora, capturando con precisión la confusión y el anhelo de un niño atrapado en el cuerpo de un adulto. Su interacción con el cerdo, Otto, es especialmente conmovedora, representando un vínculo de afecto y compañerismo genuino que contrasta con el rechazo social que experimenta. Se percibe un profundo trabajo de interpretación, desvelando las capas emocionales del personaje a través de gestos sutiles y silencios intensos.
El guion, aunque a veces deliberadamente lento, consigue evocar una poderosa sensación de alienación. La película explora la idea de la inmadurez emocional y la dificultad para conectar con el mundo adulto, presentando a Sigfrido como una criatura extraordinaria que, paradójicamente, anhela la aceptación y el entendimiento. La trama se desarrolla con naturalidad, evitando clichés y centrándose en la evolución del personaje y sus relaciones interpersonales. Si bien la historia principal es relativamente simple, lo que la hace más efectiva es la manera en que se entrelaza con la exploración de la soledad, la incomunicación y la búsqueda de pertenencia. El contraste entre la fuerza física de Sigfrido y su vulnerabilidad emocional es constantemente recurrente y resulta sumamente impactante.
No obstante, la película no está exenta de ciertas debilidades. Algunos podrían encontrar el ritmo excesivamente lento y la trama carente de complicaciones. La construcción del romance con la joven del bosque, aunque poética, podría haber sido más desarrollada para generar mayor impacto emocional. Sin embargo, estas pequeñas fallas palidecen en comparación con la fuerza y la originalidad de la premisa y la interpretación sobresaliente de Ben Whishaw. "Sigfrido" es, en definitiva, una película contemplativa y evocadora que ofrece una reflexión sobre la condición humana a través de la lente de la fantasía y la alienación.
Nota: 7/10