“Turistas” (2008) no es una película que se olvida fácilmente. Más que un simple thriller de vacaciones, es una reflexión incómoda y, a veces, brutal sobre la fragilidad de la civilización, las dinámicas de poder dentro de un grupo de personas forzadas a la confrontación y el barniz de la normalidad que llevamos sobre las relaciones. Dirigida por Ben Wheatley, la película se presenta como un viaje turístico aparentemente anodino, pero pronto se transforma en una experiencia visceral y perturbadora. La premisa inicial – Chris (Steve Oram) intentando imponer su visión del mundo a Tina (Alice Lowe), su novia reservada y silenciosa, a través de un viaje en caravana – es la puerta de entrada a un universo de tensión latente. El detalle del vehículo, la Abbey Oxford, no es solo el escenario, sino un microcosmos de la inquietud que se cierne sobre el grupo.
La dirección de Wheatley es magistral en la construcción de la atmósfera. La película se nutre de una estética particular, con toques de horror cósmico que recuerdan a Lynch o a Tarkovsky, pero adaptados a un contexto contemporáneo y de bajo presupuesto. El uso de la cámara, a menudo estabilizada y alejada, intensifica la sensación de incomodidad y desasosiego. Hay escenas que se graban casi de espaldas al espectador, generando una experiencia auditiva y visualmente impactante. Wheatley evita los clichés del género thriller, priorizando el suspense psicológico y la creación de una tensión constante. La película se mueve con un ritmo pausado que, paradójicamente, resulta aún más inquietante que un thriller convencional.
El reparto, encabezado por Steve Oram y Alice Lowe, es excepcional. Oram, en el papel del inepto y torpe Chris, aporta una humanidad torcida a su personaje. No es un héroe, sino un hombre banal, con sus propios defectos y limitaciones, lo que lo hace más cercano y, en cierto modo, más simpático. Lowe, por su parte, ofrece una interpretación sutil pero poderosa de una mujer que se siente fuera de lugar y que lucha por encontrar su voz. La química entre ambos actores es fundamental para el desarrollo de la trama y para transmitir la creciente desesperación del grupo. La interpretación del resto del elenco – especialmente Fred Whittle como el taciturno y peligroso “El Amigo” – es igualmente sólida, aportando matices a los diferentes personajes que conforman el viaje.
El guion, aunque con cierta predecibilidad en su desarrollo, logra mantener el interés gracias a su enfoque en la exploración de las emociones y las reacciones de los personajes ante la amenaza inminente. No se trata de un simple juego de persecución, sino de una reflexión sobre la naturaleza humana, el miedo, la violencia y la pérdida de control. La película cuestiona la noción de “normalidad”, mostrando cómo situaciones extremas pueden revelar el lado más oscuro de la gente. La ambigüedad moral es una constante, evitando juicios simplistas y dejando al espectador con preguntas incómodas. Es una película que, a pesar de su tono sombrío, invita a la reflexión y al debate.
Nota: 7.5/10