Sillas de montar calientes (1974)

“Sillas de montar calientes” (Hot Sand) no es una obra maestra de Sergio Leone, ni siquiera un ejemplo particularmente brillante del spaghetti western, pero resulta ser una película sorprendentemente efectiva en su torpeza y una interesante ventana al contexto socio-político de la Italia de la década de los setenta. La película, poco conocida hoy en día, se presenta como una narrativa oscura y visceral que, aunque lenta, mantiene una tensión constante gracias a la dirección magistral de Sergio Sollima y la implacable presencia de Gian Maria Volonté.

Volonté, interpretando al gobernador Lepetomane, ofrece una actuación demoledora. Su Lepetomane es un hombre consumido por la ambición, un depredador implacable que se deshace de los demás con una frialdad inquietante. No es un villano caricaturesco, sino un personaje complejo y profundamente perturbador, cuya motivación no se explica completamente, pero cuya presencia es un peligro palpable. Su mirada, su voz grave y su andar lento y deliberado transmiten una amenaza silenciosa que permea cada escena. La química entre Volonté y el ayudante de Lepetomane, interpretado por un inquietante Vincent Pastore, es crucial para el desarrollo de la tensión dramática. La película no se centra en la violencia explícita, sino en la atmósfera opresiva y la sensación de que la desesperación está a punto de estallar.

Sollima, a pesar de sus limitaciones técnicas en comparación con otros maestros del género, domina el arte de la puesta en escena. La fotografía de Franco Frisone es crucial; emplea una paleta de colores terrosos y desérticos que refuerzan el aislamiento y la desolación de Rock Ridge. Los planos largos, la composición cuidadosa y el uso del silbido del viento y del sol creando efectos visuales fantasmales son elementos que contribuyen a la atmósfera lúgubre y claustrofóbica de la película. No se busca el espectáculo visual, sino la sugerencia, la evocación de un lugar hostil donde la vida es un constante desafío.

El guion, aunque a veces se siente algo tosco, se beneficia de un ritmo pausado que permite que la tensión se acumule gradualmente. La historia, centrada en la resistencia de los habitantes de Rock Ridge ante la opresión gubernamental, tiene un núcleo moral fuerte, aunque no se exprese de forma abiertamente didáctica. La película explora temas como la corrupción, la injusticia social y la importancia de la solidaridad frente a la adversidad, utilizando la narrativa western para llegar a un público más amplio. La decisión de Sollima de mostrar a Bart, el sheriff negro condenado a la horca, como un personaje de peso, y no solo como un instrumento para la anarquía, es particularmente valiosa. Subraya la complejidad del conflicto y la ausencia de soluciones fáciles.

En definitiva, "Sillas de montar calientes” es una película que no pretende ser grandiosa, pero que sí logra transmitir una sensación de fatalidad y de desesperación. Es una película que obliga al espectador a reflexionar sobre el poder, la justicia y la fragilidad de la humanidad. No es un western convencional, pero posee una singularidad que la diferencia de otros títulos del género.

Nota: 7/10