“Sin City: Ciudad del Pecado” (2009) no es, precisamente, una película que se ofrezca con la humildad de un drama conmovedor. Es una declaración visual y sonora audaz, un ejercicio de estilismo cinematográfico que te inunda con un negro y blanco deslumbrante, una paleta cromática que parece sacada directamente de las ilustraciones de Frank Miller, el autor de las originales cómics. Y esa es, en gran medida, su mayor atractivo: la fidelidad a la estética noir que marca la diferencia con la mayoría de las adaptaciones de cómics. Soderbergh, con su habitual maestría, no intenta disimular el hecho de que estamos ante una reinterpretación visual de un universo propio, y esa elección se siente, desde el principio, como una apuesta segura.
La dirección de Robert Rodriguez, junto con la de Soderbergh, es impecable en la construcción de la atmósfera. Las escenas de acción son frenéticas, coreografiadas con una violencia explícita pero estilizada, y la banda sonora, compuesta por Dustin O’Hallaron, es una mezcla perfecta de jazz y rock and roll que complementa a la perfección la narrativa. Sin embargo, la película no se limita a ser un espectáculo visual. Aunque el guion, basado en las historias de Miller, es conciso y directo, no carece de profundidad en la exploración de temas como la venganza, la corrupción policial, la pérdida y la redención. Cada personaje, desde el incorruptible marshal Hart (Mickey Rourke) hasta la ambigua Jill (Eva Green), se enfrenta a dilemas morales complejos que desafían las convenciones heroicas.
Las actuaciones son, en su mayoría, excepcionales. Mickey Rourke, en su papel de Hart, ofrece una interpretación melancólica y estoica de un hombre atormentado por su pasado. Eva Green, como Jill, irradia un magnetismo peligroso que la convierte en un personaje irresistible. Jason Momoa, interpretando a el “Ato” el “Ato”, aporta una energía incontrolable y un carisma irresistible. Pero la película no se centra solo en los personajes principales; cada secundario, desde el corrupto policía Nolan (Christopher Walken) hasta el despiadado “Bloody” Edgar (Dennis Hopper), está brillantemente concebido. Es un metraje de personajes inolvidables.
No obstante, la película no es perfecta. La trama, a pesar de su interés inicial, puede resultar algo simplista, y algunos diálogos son un tanto forzados. La fidelidad al material original implica, por supuesto, ciertos sacrificios narrativos, y la película se concentra más en crear una experiencia visual inmersiva que en desarrollar una historia compleja. Aun así, "Sin City" es un triunfo del estilismo y una reivindicación del género noir adaptado a la pantalla grande. Es una película que se ve, se siente y se recuerda por su intensidad y su atmósfera única.
Nota:** 8/10