‘Sin City: Una dama por la que matar’ es una obra maestra visual del estilismo, un videojuego hecho realidad y, en mi opinión, un estudio fascinante de la violencia estilizada y la estética noir. Frank Miller y Robert Rodriguez, juntos en este proyecto, no buscan crear una película narrativa convencional; en cambio, construyen un mundo visceral, una ciudad corrompida por la corrupción y la desesperación, donde la moral es fluida y la justicia es una mera ilusión. El resultado es una experiencia cinematográfica radicalmente diferente a la mayoría de las producciones modernas.
La dirección de Rodriguez es la piedra angular de esta película. Su manejo de la cámara es asombroso, utilizando planos gran angular, encuadres contrapicados y movimientos fluidos que contribuyen significativamente a la atmósfera opresiva de Sin City. La banda sonora, una combinación explosiva de rock and roll y música en español, funciona como un latido constante, intensificando las escenas de acción y subrayando el tono general. El empleo del ‘anamorfótico’, que imita la estética de los cómics originales, no es una simple adición técnica; es una decisión estética deliberada que se integra perfectamente en la narrativa, sumergiendo al espectador en un universo visualmente único y memorable. Se siente como si estuvieras leyendo un cómic en movimiento, pero con una profundidad y un dinamismo que nunca se hubiera imaginado.
Las actuaciones son sólidas, pero se centran en la presencia física y la interpretación del personaje. Mickey Rourke, como Dwight Goddard, encarna la furia y el dolor de un hombre consumido por la venganza. Su interpretación es cruda, intensa y por momentos, casi inhumana. Jessica Alba como Jill Hall/Ava Lord es una fuerza imparable, un enigma seductor y letal. Milla Jovovich, como la dura y sin escrúpulos Blanche, aporta un toque de frialdad calculadora. Aunque el guion, adaptado de los cómics de Miller, se centra principalmente en la acción, las actuaciones logran transmitir las emociones subyacentes de los personajes, aunque a menudo de forma implícita. El guion, aunque conciso y directo, se beneficia enormemente del estilo visual. Las diálogos son breves, casi susurros, que refuerzan la idea de un mundo donde las palabras son menos importantes que las acciones.
Sin embargo, debo reconocer que la trama, centrada en una serie de venganzas interconectadas, puede resultar algo superficial para algunos espectadores. Las motivaciones de los personajes, en ocasiones, son poco claras, y las subtramas se resuelven de forma relativamente rápida. No obstante, este enfoque deliberado, acorde con la naturaleza de los cómics originales, no es una debilidad, sino una elección estilística consciente. Lo importante es disfrutar de la inmersión en este mundo de corrupción y violencia, donde cada imagen es un testimonio de la habilidad visual y la ambición creativa del equipo.
Nota: 7.5/10