Sin conciencia (1951)

“Sin conciencia” (Without Remorse), la nueva entrega de la saga John Wick, se presenta como un espectáculo de acción implacable, pero que, en el fondo, carece de la profundidad y la resonancia emocional que, en otras entregas, le permitían destacar. El director, Chad Stahelski, se adhiere a su estilo visual característico, creando secuencias de lucha coreografías de un nivel impresionante, dignas de un videojuego. Cada golpe, cada puñetazo, cada detonación parece cuidadosamente calibrada, buscando el máximo impacto visual y la inmersión total del espectador. Sin embargo, este enfoque, que en otras ocasiones era refrescante, aquí se siente, en cierta medida, repetitivo y carente de una verdadera narración cinematográfica.

La película sigue a John Wick (Keanu Reeves) en su búsqueda de venganza tras la muerte de su hermano menor, Porter (played with a commendable vulnerability by Lance Reddick en su última aparición en pantalla). La trama, aunque sencilla, sirve como pretexto para un descenso al infierno personal para el protagonista, un hombre que ha renunciado a su pasado y a su propia conciencia por el bien de su familia y su propia supervivencia. Reeves, como siempre, entrega una actuación sólida y física, demostrando su versatilidad para interpretar a un personaje tan marcado por la violencia. No obstante, el guion, escrito por Nivola y Bassevitch, no profundiza lo suficiente en el trauma de Wick y las consecuencias de sus actos. La película se centra casi exclusivamente en la acción, relegando los elementos psicológicos y emocionales a un segundo plano.

La película se beneficia de una fotografía exquisita, con una paleta de colores oscura y contrastada que acentúa la sensación de peligro y desesperación. Las localizaciones, desde los clubes nocturnos de Nueva York hasta las selvas de Filipinas, son visualmente impactantes, contribuyendo a la atmósfera general del filme. Sin embargo, este virtuosismo técnico no compensa la carencia de un guion que podría haber explorado más el conflicto interno del personaje principal y las implicaciones morales de su lucha. La relación con Ava (Chloe Zangé), su compañera y una experta en tecnología, es interesante, pero tampoco se desarrolla con la profundidad necesaria para ser verdaderamente convincente. Es un personaje desarrollado superficialmente, utilizado principalmente para impulsar la trama.

“Sin conciencia” no es una película que ofrezca sorpresas narrativas o ideas originales. Es un espectáculo de acción pulido y técnicamente impecable, que busca entretener con su violencia estilizada. No obstante, su falta de profundidad y su dependencia excesiva de las secuencias de acción la convierten en una experiencia cinematográfica menos satisfactoria de lo que su premisa podría sugerir. La película es un recordatorio de que, a veces, el bombardeo de acción, por más espectacular que sea, no es suficiente para construir una historia verdaderamente memorable. La figura de Porter, el hermano fallecido, se presenta como un motor para la trama, pero su legado queda lamentablemente desaprovechado.

Nota: 6/10