Skincare (2024)

“Skincare” es una película que, a primera vista, puede parecer un thriller de negocios con un toque de drama romántico. Sin embargo, tras una visión más atenta, se revela como una reflexión sutil sobre la obsesión, el perfeccionismo y el costo de la fama. La trama se centra en Hope Goldman (interpretada con una vulnerabilidad magnética por Lauren Voisinet), una esteticista de renombre cuya vida y reputación se ven amenazadas por la aparición de Angel Vergara (un carismático y amenazante Benjamin Kusche), un nuevo competidor que abre una clínica de belleza justo enfrente de la suya. Este simple conflicto se convierte en un catalizador para una exploración profunda del mundo de la belleza y la presión social que lo envuelve.

La dirección de Robert Mondelli es precisa y logra crear una atmósfera de inquietud constante. Evita los clichés del género, optando por un ritmo pausado que permite al espectador absorber la psicología de los personajes. La fotografía, con una paleta de colores predominantemente pastel, refuerza la imagen idealizada de la belleza que se pretende vender, creando un contraste interesante con las verdaderas tensiones que se esconden bajo la superficie. Hay momentos de tensión visualmente impactantes, especialmente en las escenas que representan los rituales de belleza y la meticulosidad con la que Hope aborda cada tratamiento, generando una sensación de que la perfección es, en realidad, una máscara frágil.

La actuación de Lauren Voisinet es, sin duda, el corazón de la película. Logra transmitir la angustia y la inseguridad de Hope de una manera convincente, mostrando no solo su talento como esteticista, sino también su lucha interna por mantener su imagen y su autoestima. Benjamin Kusche también ofrece una interpretación sólida, creando un antagonista complejo que no se reduce a un simple villano. Su ambición y su capacidad para manipular a los demás son claramente visibles, pero también se vislumbra una cierta vulnerabilidad que lo hace más humano. La química entre Voisinet y Kusche es palpable, enriqueciendo la dinámica de la trama y añadiendo una capa adicional de drama a la relación entre Hope y Angel.

El guion, aunque no particularmente innovador en su premisa, se beneficia de la capacidad de explorar las motivaciones de los personajes con profundidad. La película no se limita a presentar un simple conflicto de negocios; más bien, se adentra en las implicaciones psicológicas de la industria de la belleza, el impacto del culto a la imagen, y el precio que las personas están dispuestas a pagar por parecer perfectas. Hay momentos de reflexión sutil y perspicaces que invitan al espectador a cuestionar sus propias creencias sobre la belleza y la autoaceptación. Sin embargo, el ritmo, a veces, puede sentirse un poco lento, y algunos diálogos podrían haberse pulido para mayor impacto. La resolución del conflicto, aunque satisfactoria, podría haberse desarrollado con más contundencia.

Nota: 7/10