Small Group (2018)

“Small Group” no es una película que te entretiene con un desarrollo de trama explosivo o efectos especiales grandilocuentes. Es, en cambio, una inmersión lenta y meticulosa en la atmósfera tensa y opresiva de una comunidad religiosa privada, una experiencia cinematográfica que te obliga a reflexionar sobre el poder, la manipulación y la naturaleza de la fe. R. Scott Cooper, maestro en la reconstrucción de historias crudas y moralmente ambiguas, vuelve a demostrar su habilidad para desenterrar las sombras que se ocultan bajo la superficie de lo que se presenta como un oasis de bienestar espiritual.

La película no busca juzgar de forma tajante. Cooper, junto con el equipo técnico liderado por Sterling Hurst y Emily Dunlop, construye una narrativa que se centra en las dinámicas internas del grupo, en las miradas de desconfianza que se intercambian entre sus miembros. No nos ofrece respuestas fáciles, sino preguntas incómodas. ¿Qué motivaciones reales impulsan a estas personas? ¿Qué secretos se han ocultado a costa de la aparente armonía? La película se beneficia enormemente de una dirección de Cooper, precisa y contenida, que consigue transmitir la creciente paranoia y la sensación de que nada es lo que parece. La fotografía, en tonos apagados y con un uso magistral de la luz y la sombra, refuerza esta atmósfera claustrofóbica y de desasosiego.

Las actuaciones son, en su mayoría, sutiles pero profundamente efectivas. José Mariano Díaz Duarte, por ejemplo, ofrece una interpretación notable, transmitiendo la complejidad de un hombre que se encuentra atrapado en una red de manipulación y, quizá, también en sus propias dudas. El resto del elenco cumple de manera impecable, logrando que cada personaje se sienta real, vulnerable y moralmente gris. Es la fuerza de las interpretaciones lo que permite que la película funcione tanto como un thriller psicológico que, más que entretener, provoca una reflexión sobre la naturaleza de la fe, la autoridad y la necesidad de cuestionar todo lo que nos rodea.

El guion, en gran medida, es el corazón de la película. Cooper y sus colaboradores han logrado plasmar un texto que se centra en el proceso de descubrimiento, en las pequeñas inconsistencias que erosionan la confianza y en el lento desmantelamiento de una fachada. No hay grandes diálogos o escenas de acción, pero sí una serie de momentos impactantes que, gracias a la puesta en escena y la actuación, logran generar una tensión palpable. La película no necesita adornos; su fuerza reside en su capacidad para construir una narrativa inquietante y sugerente que se queda grabada en la mente del espectador mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar.

Nota: 8/10