Soldado (1996)

“Soldado” no es una película que te dejará con un sabor agridulce, ni tampoco una explosión de ideas trascendentes. Es, sin embargo, una pieza cinematográfica meticulosamente construida que se concentra en la soledad y el conflicto interno de un hombre que ha perdido, o quizás nunca ha tenido, su humanidad. La película, dirigida con un control casi quirúrgico por Stanley Kubrick (aunque él no estuvo directamente involucrado), se centra en un protagonista definido por su incapacidad para matar, un soldado especializado cuya función es eliminar objetivos en zonas de guerra. Su historia, narrada con un tono frío y distante, se convierte en un ejercicio de suspense psicológico inquietante y efectivo.

La dirección, a pesar de la ausencia de Kubrick, es impecable. La atmósfera claustrofóbica del rascacielos Algonquin es palpable desde el primer momento. Los planos son deliberados, la iluminación juega a favor de la tensión y el ritmo se mantiene constante, aunque pausado, permitiendo que la angustia del protagonista se filtre lentamente al espectador. La puesta en escena es minimalista pero potente; la fotografía de Darius Khil es monocromática, reforzando la sensación de desolación y deshumanización. No se recurre a recursos baratos o visuales llamativos, sino que la fuerza reside en la sutileza y la expresión facial del actor principal.

La actuación de Jake Gyllenhaal como el soldado es notable. Su interpretación es sutil y profundamente contenida, transmitiendo la carga emocional de un hombre que lucha contra su propia naturaleza. Gyllenhaal no recurre a histrionismo, sino que logra comunicar la confusión, la desesperación y la impotencia del personaje con una mirada, una postura, una respiración. La relación entre el soldado y el pistolero (interpretado por Michael Shannon) es el corazón de la película: una danza tensa y silenciosa de desconfianza y hostilidad. El contraste entre ambos, uno frío y calculador, el otro visceral y descontrolado, es fundamental para el desarrollo de la trama.

El guion, escrito por Rod Lurie, es preciso y conciso. Evita explicaciones innecesarias, permitiendo que el espectador complete los huecos con sus propias interpretaciones. La película se centra en el “qué” y el “cómo” de la acción, no en el “por qué”. El uso del tiempo, con la espera prolongada en el rascacielos, amplifica la sensación de angustia y anticipación. La película plantea preguntas sobre la moralidad, la responsabilidad y la naturaleza de la violencia, pero no ofrece respuestas fáciles. La ambigüedad es intencional, fomentando la reflexión después de los créditos. “Soldado” no busca ser un thriller de acción convencional, sino un estudio psicológico sobre la guerra, la humanidad y la búsqueda de la redención.

Nota: 7/10